Unción Espiritual
Diecinueve de septiembre del dos mil veinticuatro y si reduzco todos los números a un solo digito obtengo nueve, 1+9+0+9+2+0+2+4= 9, símbolo manifestándome lo que ha de seguir. Suena y resuena a esoterismo y es real, así como la belleza está en los ojos de quien la contempla, el verdadero esoterismo está en la comprensión de quien lo conoce. Busco, comprendo, entiendo y atiendo los llamados de la deidad quien toca a este corazón para ungirme de espiritualidad y si a eso se le concibe como esoterismo pues acepto mi afinidad a él. Letras que escribí desaforadamente el día que aludí anteriormente. Es octubre y me estoy dando tiempo para embellecer, armonizar e impregnar de coherencia tan magnifica experiencia de una unción espiritual. Ungirme de espiritualidad confirma mi comulgar con la deidad, parece que es ella quien va dando forma e ilación a este escrito. Recordar una vivencia espiritual eleva las vibraciones de este corazón, son como campanadas acompasando e hilando letra a letra para dar sentido a esta narración. Llegue al nivel de descifrar, destrabar y comprender el misterio de misterios mas no me detendré a detallarlo solo recorreré la película de tan celestial vivencia....
Doy el primer paso fuera de casa y la
libélula me abraza cósmicamente…¡Salto de sorpresa y la saludo reverencialmente!
Avanzo empapándome de espiritualidad y la libélula avanza conmigo, danzando sobre mi aura, se aleja y regresa, se aleja y regresa y yo encantada de ser receptora de tan magnífica vibración sobre mi cabeza hasta verla desaparecer.
Avanzo respirando, sintiendo y evocando tan divina magia, magia que me ha dejado embelesada de infinita belleza.
Doy vuelta sobre la primera calle e instantáneamente atrapa mi mirada un diminuto y potente arcoíris...miro surgir a un hermano, otro hermano y automáticamente se torna en una parvada de diminutas aves surgiendo y desapareciendo en el infinito. Surgen de una en una hasta tornarse en multitud ondeando en el vasto universo cual diminuta vida que palpita atrapando mi mirada, haciendo latir a este corazón, surgen y resurgen hasta desaparecer. Ha sido tal la revelación experimentada que me ha dejado temblando de emoción, embelesada e impregnada de una celestial energía como si me hubieran ungido de espiritualidad.
Avanzo y me detengo para admirar nuevamente tan maravillosa expresión universal quien se vuelve a replicar en mi caminar. Ha pasado casi un mes de aquella vivencia pero en mi memoria existen destellos de aquel glorioso instante de vida, recuerdo de un despertar cual lienzo cósmico tatuado en el corazón.
Mas adelante el colibrí me espera, como advirtiéndome que estoy siendo observada por múltiples ojos terrenales, contrario a disgústame me enorgullece saberme alejada de la obscuridad e imantada a la madre tierra. La luz que irradio magnetiza este cuerpo y lo coloca en un punto de neutralidad por lo que continuo con mi sagrado caminar. Antes no comprendía el avistamiento de los colibríes ahora sé que son mis guardianes y mensajeros.
Al llegar a una curva el aroma de una hermosa flor surge de repente, una flor que siempre que paso por esa calle, la reverencio y de vez en cuando recibo su poderoso aroma. Recuerdo su aroma como si estuviera ahí, lo cual me pone en altísima vibración, me encanta saberme poseedora de capturar la belleza de la vida.
Continuo la caminata y nuevamente surgen de entre las nubes los hermanos cósmicos apareciendo uno, luego otro y otro y otro hasta mirarlos desaparecer, como si hicieran magia de aparecer y desaparecer ¡Obsequio del universo para Consuelo!
Ruido, interrupción, injerencia, bajas densidades invaden mi teclear de lo que fue un magnifico caminar, como oponiéndose a que siga tecleando con rapidez la esencia de un sagrado día. No lograron detener la redacción de una película vivenciada y experimentada, es tal la experiencia de aquel día que hoy diecisiete de octubre del veinte veinticuatro me place decir -estoy impregnada de serenidad, logre dar forma a una experiencia cosmica- comprendí porque es nueve.
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