Consuelo Barragán Flores

Evocar a Dios me inspira para compartir tan maravillosa conexión energetizante, apasionante y gratificante que se siente al levantar la mirada y mirarlo mirándome.  

La bienaventuranza  llego cuando el corazón salto de alegría por tan dignificantes conquistas espirituales logradas día a día.

Empoderar el alma me exige presencia, conciencia y plena sabiduría ante cada actuación, pensamiento o reacción de mi existencia. Poder me significa caminar por la vida en silencio, sobriedad y serenidad. Empoderar la inteligencia me demandan activación de las capacidades cerebrales. Empoderar el espíritu me exige reconocer y rectificas mis fallas, errores, negligencias o violencias perpetradas por la lengua, la mente o el cuerpo. Empoderar no es sinónimo de lucimiento, es efecto de un aguerrido esfuerzo por mantenerme lucida, conciente y presente en tan hermosa tierra. Me elevo, empodero y expando mi campo energético a medida que conozco con precisión como se hacerlo, entrenarlo y perpetuarlo. Soltar los prejuicios, rechazos o señalamientos me exige vasta responsabilidad, tremenda capacidad para observarme y amplia conciencia, a eso le llamo empoderarme.

Celebrar mi realidad no es ninguna trivialidad, es el resultado de cuantiosas batallas conquistadas. Si de algo me he de enorgullecer es del hecho de llegar a la meta y decir; - vaya consuelito lo lograste- evocación mental que deja en el estómago una tremenda sensación de satisfacción, en el corazón un verdadero despliegue de alegría y en el cerebro un grandioso orgullo al saberme capaz de mirar el TODO -ah! que bien se siente decirlo- . Celebrar mi realidad me significa descorrer el velo del cómo se logra el equilibrio, del como conquistar mi propio Everest, del como ser gestora de mi propia transformación. Hablo de la disolución de mis bajas densidades, ansiedades, miedos, angustias, paranoias, cólera, violencia, hablo de ser capaz de mirar cara a cara mi EGO para evaporar tan denso ambiente que propicia, sea propio o ajeno. Increíble realidad que uno crea colocándose en otro contexto, contexto donde la vida se celebra, se respira la pureza y hasta se atrae la luz de la vida, así q

Presencia divina, toques espirituales y conexiones de otra naturaleza es el andamiaje al que me abrazo al caminar por la vida se presente, como se presente.

Uno no cabe de felicidad por saberse relacionar con las almas que ya partieron, por saberse capaz de sentirlos y hasta dejarse guiar por ellos. Eso es obra de Dios.

El arte de hacer arte conmigo es realmente una bendición de vida. El arte de hacer arte conmigo me demanda altísima apertura espiritual para poner en contexto las profundidades de este corazón. Se precisa de temple para trazar las pinceladas que hacen arte conmigo, con lo inimaginable e intangible de la vida. Hablo de hacer arte con mis humores, de tener la osadía de pensar paralelamente al pensamiento añejo que invade a tan hermosa tierra, de sacar a flote el valor para no temer a nada lo cual me enorgullece, me pone en el contexto de aprovechar inteligentemente cada respiro que doy. Es una bendición saberse sumergida en un mundo donde lo etéreo cobra visión y la supuesta realidad es empañada por la verdad, es una bendición mirar el contexto terrenal desde otro espectro. Hago arte con mis humores, cuando pongo atención a mis emociones, aquellas que desprenden vanas intoxicaciones, me sucede cuando trastrabilleo entre los atorones de la vida o los pesares que tocan a mi puerta e inclus

Poner atención, sentirme, aceptarme tal cual SOY cometido sagrado que vigilo noche y día en aras de no extraviarme por tan convulsionada vida exterior.

Desasosiego, pesadez o encerramiento vagas sensaciones que se encuentran a mitad del camino entre una sensación física y una emoción, mas no importa la etiqueta que les ponga, importa que tan aguerrida SOY para tornarlas concientes, para poner atención en ellas, es la clave que religiosamente me esta llevando a la transformación de mi mundo interior .

Dar, aceptar, respetar la vida que me rodea me significa ser benevolente. Escuche la palabra durante un trayecto de vida diaria y al escucharla me cuestione; ¿Soy benevolente conmigo? Claro que es maravilloso ser benevolente con otros, es realmente virtuoso. Concibo que el Ser benevolente es dar a otros como efecto del ser benevolente con uno, reflexión que me dio la respuesta del sí soy o no soy benevolente conmigo, y me respondo; -no, no soy benevolente conmigo- lo dictamina la sinceridad del corazón. Y al no ser benevolente conmigo me arriesgo a generar contaminación espiritual, lo sabe el corazón y lo atestigua el espíritu. Aun y cuando me he dado a la tarea de una renovación mental, espiritual y corporal aun me habitan recovecos de bajas densidades, inconsciencias para ser saneadas a la brevedad. Poseo vida para cerrar pendientes ancestrales, como la falta de benevolencia hacia mí, no me queda más remedio que poner manos a la obra e indagar; ¿Soy benevolente con mi cerebro? -No,

El arte de la conciencia se desarrolla en el modo de vivir, en el estar en perfecta comunión con uno. El arte de la conciencia añade una profundidad a la vida nunca antes conocida.

Congraciarme profundamente con mi cuerpo espiritual es la meta, es el camino a seguir para reencontrarme con la divinidad.