Mi trinidad
Todo el tiempo hablo de Dios. En
el pasado era como una terquedad buscando que alguien me protegiera, aclamando
justicia divina, esperando que un rayo de luz me diera la respuesta a tan
obstinada terquedad. Después todo se torno calmo, mi mente entro en
apacibilidad. Miraba entre tinieblas la realidad, creía sentirlo apaciguar mi corazón,
pero solo eran espejismos, mi empecinada mente no cesaba de levantar castillos
en el aire, bastaba un soplido para hacer añicos a Dios expulsándolo de mi corazón.
Sucedió cuando por fin estuve alerta, alerta de lo que sucedia aquí adentro. Es más,
afirmo que él ya me habitaba divina y estelarmente desde el día que nací, esperándome
calmo, sin apresuramiento alguno. Hoy en día seguiré hablando de él, la gran
diferencia es que ahora nos hemos fusionado, he despertado de tan largo
aletargamiento. Cada amanecer es como una página en blanco, plasmo minúsculas
acciones de mi sagrada trinidad. Hilvano el tejido del alma con ella, segundo
a segundo, respiro a respiro. Ahora lo siento más nítido, lo miro por doquier
incluso entre la niebla o lo invisible a los ojos. Lo escucho aun estando del
otro lado del mundo. Es magnífico lo que a uno le puede llegar a suceder cuando se está
dispuesto a recibirlo bajo el triangulo de sagrada trinidad; verdad, bondad y
belleza.
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