Avancele

 

Siempre me ha fascinado mercadear ahí es donde escuche: aváncele, aváncele... palabra que me inspiro para dar luz a mis letras al encontrarme en la central de abastos. Me inspira la rudeza actitudinal para avanzar cuando de hacer compras se trata. Bendita reflexión que uno llegar hacer respecto a la realidad terrenal. Uno llega a ser luz celestial y a la vez rudeza terrenal, ambas moviéndose bajo distintas frecuencias, ambas de la misma naturaleza y aunque rudeza se lea agreste, denso o negativo es una realidad de la que me valgo para moverme ágilmente, ruda porque avispo mis sentidos para no perder el control de mi respirar, tosca porque la mercancía que voy comprando va entrando a mis canastas sin orden alguno, celestial porque al avanzar un “Gracias Padre” evoco de corazón. ¡Ah! vaya que me encanta percatarme de tan loables adquisiciones que me van llevando a lograr objetivos reales, tangibles y hasta celestiales. Celestiales porque justo ahí, donde se mercadea, se viven frecuencias de toda naturaleza, se prueba y comprueba como un pecho sano sale avante. Uno prueba y comprueba el efecto de elevadas vibraciones, gestandose paso a paso, se van anidando en el pecho, se convierten en el oro del que uno echa mano cuando es vital ponerse en manos de Dios. Desde siempre había intuido que ya me sucedia, mas no daba crédito a ello hasta el dia que escuche; aváncele, aváncele palabra que descorrio la comprensión de una realidad terrenal. Ambos términos, celestial y terrenal, son requisito para caer en el regazo de una vida saludable. Fue tal el efecto de tal palabra que me inspiro para sentirme terrenal y hasta celestial.



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