Habitándome

El amor del Padre me habita, siempre me ha habitado, lo he constatado y corroborado. A lo largo del círculo sin fin de las eras eternas siempre, siempre me ha habitado. Ahora  conozco su naturaleza amorosa, poseo una reacción natural y gloriosa de su esencia habitándome. Es una alegría, un afecto y hasta un gozo que se siente por dentro al grado que uno burbujea luz, transparencia y hasta pureza, es como si volviera a renacer, a ser una niña habitando un cuerpo sexagenario bailando divinamente abrazada a EL.

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