Santuario


La ignorancia, inestabilidad y falta de identidad auténtica provocaron en esta mujer valerse del exterior para poseer una vida tranquila y en paz, error tremendo error porque ignore mis divinas posesiones para depender de otros provocándome miedo, ansiedad, inestabilidad emocional y por si fuera poco me desarrope de autenticidad y no es queja es conciencia. Uno se lo cree todo, sea de la naturaleza que sea y sucede tan rápido que la inocencia, aquella que resguarda alma y corazón, se ve seriamente dañada. La inconciencia toma el poder de la mente para dar por hecho todo aquello que a uno le augura el mundo exterior, dejándolo a uno recluido en una celda mental. Parece una declaración vigente afortunadamente ya es pasado solo quedan recuerdos, experiencias vividas a flor de piel, experiencias que darán cierre a mi sagrado santuario. Santuario al que hube de aferrarme cual chamaca que sostiene piedritas del campo apretándolas entre sus manos para que diosito la cuide. Actuaciones que duraron décadas para salir de tan avasallante obscuridad, gracias a la toma de conciencia hile mis propias reconstrucciones hasta el grado de arroparme de luz, estabilidad e identidad propia. La ignorancia llevaba a mi mente a colgarse al cuello todo tipo de fetiches en busca de una protección divina, atendía obedientemente el llamado ajeno -pórtese bien-. La inestabilidad emocional me traía rebotando década tras década a falta de una identidad propia. Desde niña fui protagonista de incontables limpias chamánicas que me daba mi madre para sanarme de dolores de cabeza, vómitos, mareos o extravíos mentales, desconocía que vivía sumida en el miedo. Renegaba a tal punto de tales limpias ancestrales que cuando me sentía mal corría a esconderme para no ser protagonista de una limpia chamánica. Al paso de los años la ignorancia se tornó en comprensión al proveerme del conocimiento ancestral, porque efectivamente soy parte de tales prácticas ancestrales, es mi origen quien me llama para no renegar de aquello que me vino a salvar. Fue la brutalidad de un sistema sobre mi Ser, la enfermedad y el miedo quien me obligo a recurrir a tales prácticas con la esperanza de curarme. Emprendí una profunda investigación acerca de curaciones ancestrales, practiqué cuanto conocimiento chamánico llegaba a mis manos para comprender, vivir y ser un testimonio viviente de su sabiduría. Fue mi origen, la aceptación y el conocimiento quienes me llevaron a curarme y liberarme de tan abrumantes contaminaciones. Fue el compendio de infinidad de prácticas curativas que practique por mí y en mí, prácticas que se fueron sumando hasta lograr una restauración de mi fuente de vida así que con todo lujo de resultados me digo -vamos bien Consuelito, vamos bien- es tiempo de cerrar tu santuario. Santuario que fungió como una de tantas prácticas ejecutadas para curarme. Sagrado santuario que erigí de manera incipiente, burda y toscamente. Sagrado porque me inicio en una travesía que duraría no un día o un año precise décadas para declarar: -cierro mi santuario y libero mi espíritu- espíritu graduado en el arte de vivir sabiamente. El santuario que hoy cierro lo inicie a armar con recursos que surgían de días esperanzadores y apacibles, inestables o violentos, serenos y confiados, desolados e inciertos, felices y encantadores, tristes o dolorosos, días donde siempre surgía un recurso, una cháchara, un medio para levantar mi santuario. Todo objeto recabado sería el anclaje para una reconstrucción espiritual. Una caja de cartón comprada para un proyecto de trabajo, caja que me significo una feroz lucha campal, como también me significo no volver a replicar tan ignorante actuación. La caja seria la base de mi santuario, además me recordaría no ser protagonista de violencias. Una caja, que además de rescatarme de bajas densidades impulso una idea de trabajo con otra alma, idea que hoy es un hecho. Papelitos reciclados para proyectar mis estados anímicos, estados que han sido incontables y hasta venerables. Papelitos que se fueron apilando para ser el andamiaje de una reconstrucción y una mágica transformación espiritual. Letras en madera para recordarme las titánicas hazañas que uno atraviesa con otra alma para lograr objetivos comunes. Letras que me representaron aceptación para trabajar con mi hijo, unificar ideas, desarrollar habilidades, tornarme paciente, contribuir, ceder y rectificar hasta el grado de entrelazar almas rebosantes de gozo por sabernos dotados de capacidades. Cuando uno se entrega en cuerpo y alma a perseguir metas comunes el efecto no es una letra, es un cumulo de resultados que se van entretejiendo en una relación madre e hijo hasta lograr un fin. Pluma, pieza que recogí durante una caminata para ser agregada a mi santuario. El día que encontré una pluma irradiaba felicidad porque había hallado la punta del hilo que me llevaría a una consagración final. Aquel día, al encontrar una pluma, me encontraba tan, tan motivada por construir mi santuario que al compartirlo con el universo mis ojos se posaron en una insignificante pluma, pluma que fue colocada en el santuario y que me recordaría lo bien que se siente confiar en uno. Pluma que me significaría espiritualidad, serenidad y divinidad. Un zapatito hallado durante una caminata, me representaría mi libre caminar, inocente respirar, sin pensamiento alguno abrazando cuanto mensaje me enviara el universo paso a paso. Así como encontré un zapato, también encontré una bolita verde, su colorido me atrapo y resalta en el santuario. Una insignificancia colocada en el santuario me llevaria a representar el verdor de mis progresos mentales, espirituales, corporales y materiales. Una bolita verde es como darme palomita de <<bien hecho señito, bien hecho>> Un tubo de plomería para recordarme lo bien que se siente salir de múltiples embrollos materiales o familiares debido a incidentes que a uno le provocan desgaste, enojo y hasta lágrimas. Un tubo de plomería me recuerda que jamás, jamás debo anteponer lo material entre una triada de almas; Roberto, Consuelo, Iván. Me recuerda lo bien que se siente vivir entre almas que conocen el significado de reconciliación, solidaridad y amor. Desencadenarme de la ignorancia valiéndome de un santuario es lo más santificante que he experimentado por ello las cadenas que colgué en él. Cadenas que al tenerlas entre mis manos contrario a tirarlas me inspiraron jamás volverme a encadenar a nada exterior. Al transcurrir el tiempo nuevos artilugios fui colocando en mi santuario como flores que corté de mi violeta para recordarme el florecer de mi alma, un tubo de etiquetas para no renegar de trabajos colaborativos, una hoja de míspero cortada con previo permiso a su árbol, un borreguito para dotarme de prosperidad espiritual, mental y corporal, tres hermosos colibrís obsequiados por una gran alma y que resguardo en su caja para recordarme que no debo extraviarme mental o espiritualmente. Unas cuantas chácharas armaron mi santuario y no es el objeto o su valor es el tremendo poder que uno le imprime a un artilugio para recordarse lo bien que se siente dejar la oscuridad y arroparse de divinidad. Cierro mi santuario, me despido de cuanta practica chamánica hube de realizar para sanar y no es que me olvide de ella es que me reconcilie con ella. Lo increíble de esta aventura fue ser la protagonista de gestar un manantial de vida, manantial que brota acciones cual agua pura y cristalina que refresca el alma. Sali de la ignorancia, logre estabilidad emocional y cuento con una identidad propia.


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