Alimentarme Espiritualmente

Alimentarme por una necesidad orgánica es de lo más natural. Alimentarme por una cuestión espiritual es de lo más aguerrido, satisfactorio y sagrado. Aguerrido porque es un logro ganado a fuerza de voluntad. Satisfactorio porque es resultado de la constancia, tenacidad y capacidad. Sagrado porque es intocable. Vivir y concebir lo que es la espiritualidad, para alimentarme de ella instante a instante, es como una consagración con la vida. Alimentarme espiritualmente es resultado de una desprogramación realizada a base de apertura y calma. El título de este escrito ya lo había registrado hace tiempo, mas no quería dar salida a su conclusión sin antes vivir, ratificar y comprobar cómo es alimentarme espiritualmente. Como es que uno recibe la vida sin sobresaltos, miedos o preocupaciones por el hecho de alimentarse espiritualmente, bueno pues yo me inicie, practique y lo hago así;
♦Escuchando a la madre tierra.
Aprendí a escucharla cuando deje de propagar tanto ruido mental, cuando me prometí disciplinarme para desprogramarme mentalmente, cuando solté el exterior y me centre en mi interior, cuando deje de perseguir ilusiones. Cuando me concentre en mente y corazón para hacer una absoluta purificación. Monitoreando mi lengua y atestiguando mis acciones para ser coherente con lo que digo y hago.
Resguardando mensajes divinos. Cuando me inicie a recibir sagrados mensajes pensaba que todo era ilusorio. Cuando capture tremenda energía, de lo mensajes que me tocaban, la luz ilumino mente y corazón para entrar en razón. Aprendí alimentarme de ellos cuando se presentan, me sorprenden o llegan inesperadamente. Comprendí y confirme que no es locura o fantasía es mi realidad pisando tierra firme y sagrada.
Despertar. Despertar a la vida...un acto que concibo como una comunión espiritual, una promesa divina, un tocar a Dios. Antaño era un verdadero sacrificio mi despertar, levantarme para iniciar el día. Me levantaba apaleada, desganada, con la cabeza dándome vueltas y de un humor, ni yo misma me soportaba. Fueron mis tropiezos quienes me llevaron a buscar salidas y la salida más benéfica fue alimentarme espiritualmente, fue meditar. Conciente estoy que repito mil veces el termino meditar, como una solución divina, mas no hay remedio, lo vuelvo a reiterar porque lo constato, porque así es. Me sucedía cuando me iniciaba a procesar mis cambios, encontraba la palabra meditar hasta en la sopa, a tal grado que la repelía. Gratamente me place decir que hoy en día medito, me levanto reconstituida, saludable, de excelente humor y con tremenda energía gracias a mi alimentación meditativa. La vida para mi es meditar, medito donde me encuentre, instante a instante. Ayer estaba en el super, concentrada  empacando mis compras, al concluir me percate de que no tenía el monedero, así que me dije –donde lo puse, donde lo puse, pregunte a la cajera y no sabía de él–, no me alarme, mucho menos me apanique por la pérdida de dinero por el contrario meditando me dispuse a salir, sin preocupación alguna por el monedero. Enfilándome a la salida alguien me grito —Señora aquí esta su monedero– Y que tiene que ver esto con la meditación pues justo eso – el efecto de la meditación – –la protección divina que recibo por estar en paz conmigo–
Sagrados alimentos. Mis alimentos espirituales son sagrados porque los resguardo en el corazón. Desde el día que me inicie en este asunto, alimentarme espiritualmente, la vida me va dejando mensajes por doquier para entrar en razón.
♦Caminar. Cuando salgo a caminar para sentir a la madre tierra en su pleno despertar, es el momento mas sagrado de mi existencia, porque recojo invaluables instantes, cosecho memorable mensajes.
♦Alimento. Me alimento espiritualmente cuando salgo de casa y toco la espiritualidad que me rodea en otras almas. Se torna una real bendición contactar con la vida cuando obsequio un saludo, una sonrisa, un abrazo o un –nos vemos–. Lo sé porque recibo espiritualidad vibrando a su máxima expresión.
Espiritualidad. Alimentarme espiritualmente son hechos que mente, corazón y alma reciben para vibrar celestialmente por pura humanidad. Cuando me pregunté ¿Por qué nací? Me respondí -para aprender a vivir celestialmente-

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