Observarme

Observarme es saber comportarme. Observarme es apreciar el valor de sentirme, sanearme y hasta purificarme. Disciplinadamente me voy habituando a observarme y no por una obsesión o inseguridad me observo porque conozco el efecto de tan prodigiosa sensación. Me observo porque es un medio para mantener mi mente en sacrosanto silencio y salud espiritual.
El cumulo de desavenencias orgánicas y emocionales que venía arrastrando logre superarlas a medida que aprendí a sentirme y observarme. Sentir como la cabeza se enfría, los pies se cansan, las manos se entorpecen, el estomago gruñe o la piel se agrieta me habituó a observarme para actuar de inmediato. Y si de algún dolor, ansiedad, temor o preocupación se trata me observo, siento el desajuste desequilibrándome, evoco la bendita sensación de bienestar, salud o serenidad y automáticamente me recupero y no porque sea magia es el efecto de expulsar mis negatividades y elevar las vibraciones . Aun y cuando me encuentre en la lona evoco pureza y automáticamente me recupero. En pocas palabras -al mal tiempo, buena cara-
Amo sentirme cuando trabajo operativamente sea que salga a comprar hierbas, lavarlas, secarlas, deshojarlas, cortarlas, empaquetarlas o enviarlas. Amo el cumulo de operaciones que desencadena una actividad meramente comercial. Justo en estos menesteres operativos pongo a prueba mi bendito silencio mental, la salud emocional y por supuesto la sabiduría de saber observarme. Observándome durante una actividad comercial fue como logre habilidades operativas pues caía en múltiples torpezas manuales, mismas que he ido superando paciente, lenta y sabiamente gracias al saber observarme.
Cuando trabajo cerebralmente mi rostro cambia automáticamente, cambia radicalmente al punto de denotar desequilibrio mental. Si de trabajar neuronalmente se trata mi mente se apanica y solo me recupero observándome.
A medida que transcurre el día y debo elaborar contenidos digitales, la pereza se hace presente o la evasión tiende a manifestarse justo entonces me observo, siento mi negatividad alejándome de pensar, generar, procesar o desarrollar habilidades neuronales entonces me observo -basta una mirada a mi actitud de flojear- y la pereza se aleja. No es una obsesión por el trabajo, es una encomienda para impulsar tan basta capacidad cerebral. Al concluir mi esfuerzo neuronal un profundo respiro de satisfacción me inunda, lo siento, lo observo y me digo: -que bien que se siente estar satisfecha-
Descubro cuando mi mente enjuicia, prejuicia o violenta. Lo descubro gracias al observarme, escucharme o sentir como estoy agrediendo a otros lo cual me coloca en la balanza de la honestidad para rectificar mis pensamientos instantáneamente y dejar de comerme mentalmente al prójimo.
Siempre me supe en brazos de Dios, la madre, el padre y esta mente testigos de tan valerosa travesía que emprendí para llegar al punto de sentir y observar mi esencia.





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