Terrenalmente Ordinaria

Si, me declaro absolutamente terrenal, tan terrenal que peco de ordinariedad. Soy tan ordinaria que la simpleza de exponerme como tal me resulta increíble, maravillosa y alucinante. Lo constata un día de vida x. Un día avasallante, implacable e inusitado. Me levante temprano, como acostumbro. Me despabile para realizar mi rutina cotidiana, como acostumbro. Bajé al estudio para realizar mi ritual espiritual, como acostumbro. El cual consiste en leer un trozo de letras, escribir o dibujar según lo que apetezca este corazón. Elegí leer un trozo de letras, letras que sanan el alma y empoderan el espíritu. Cuando leo algo valioso me entrego en cuerpo y alma a cada letra del autor. Me puse a planchar la ropa de la familia, sabía que de no hacerlo después de mi ritual de lectura al transcurrir el día sería imposible cubrir un pendiente doméstico, labor que ha domesticado a esta mente. La ejecución de una ordinariedad abrió paso al silencio absoluto aquí arriba, en esta cabeza. Una de tantas prácticas de las que me valgo para cultivar el silencio. Aprovecho toda ordinariedad para gestar silencio, silencio que renueva mis sentidos, captura la magia y purifica mi vida. Me maravilla la expertis que voy logrando en materia de vivir ordinariamente. Preparo el espacio para ejercitarme como acostumbro. Gracias al ejercitarme sano rodillas, fascitis plantar, mantengo este templo en óptimas condiciones físicas lamentaría descubrirme irresponsable de lo que me pertenece; mi cuerpo. Salgo a caminar bajo la encomienda de contemplar un nuevo amanecer, centrarme en el silencio y recuperar lo bien que se siente tocar a Dios. Me preparo para salir a gestionar un trámite hogareño, trámite que al ser concluido provoco en mi un profundo acto de agradecimiento hacia un maravilloso hombre. Un hombre al que estoy unida por el hecho de ser padres de un alma. Preparo el desayuno y con su grata compañía desayunamos lo que mis manos prepararon. Me senté un momento para compartirle mi profundo agradecimiento y lo bendecida que soy porque comparte su vida conmigo. Instantes que me supieron a gloria porque fui capaz de sincerarme a corazón abierto. Me dispuse a continuar con la rutina doméstica pues debía salir nuevamente a una consulta médica. Sali con tiempo de casa para ser puntual con mi cita médica, al llegar al lugar de la consulta me notificaban la cancelación de las consultas médicas para el turno vespertino, así que había que reagendar. Me dirigí al área de agenda médica para solicitarla nuevamente. Intento fallido pues acababan de dar instrucciones para agendar citas médicas solo vía telefónica. Deduje al instante que bajas densidades se estaban apropiado de mi día, la única alternativa que tenía para librarme de ellas era subir mis frecuencias para liberarme. Retorne a casa sin dar importancia al hecho. Ya en casa me senté a descansar, pasados unos minutos continúe con los pendientes hogareños, debía hacer una compra vía electrónica pero al primer intento para realizarla el artículo que buscaba se había agotado. Tres de la tarde y mi día se sumergía entre el caos, bajas densidades se habían apoderado del clima hogareño, efecto de una ordinariedad. Y no era cuestión de una compra, la raíz del problema era el clima hogareño tan denso que estábamos provocando dos almas. Dos almas que estábamos a punto de estallar. Me percate hacia donde me estaba hundiendo y sabedora de lo que debía hacer intente estabilizarme, más era tan extenuante el desgaste familiar que me resultaba imposible, así que deje de resistirme. Me centre en la mente para observarla, mirarla como me desconfiguraba, casi lloraba de impotencia, la irritabilidad me dominaba, intentaba entrar en silencio pero ella era más fuerte. Cabeza y estomago empezaron a sentir fuertes dolores por tal descolocamiento mental parecía que la mente estaba por desconfigurarme. No apele al silencio, la mente lo había aniquilado, solo me entregue al dolor, al temblor y descontrol por todo el cuerpo consumiéndome, no quedaba más por hacer solo observar a la mente deshaciéndome por una ordinariedad. Pasados unos minutos bajo mi hijo para darme otra alternativa de compra y a sabiendas de que el clima no era idóneo como para hacer compras, me negué, pero mi hijo insistió así que cedi. Mas que una compra, sabía perfectamente que era una valiosa oportunidad para salir airosa de tan intoxicante densidad que me tenía atrapada. Salí nuevamente para hacer la dichosa compra, con secuelas de dolencias por los eventos pasados, pasamos a un cajero para completar el monto de la compra que pretendíamos realizar más al ingresar los billetes al cajero, estos me fueron rechazados. La negatividad haciendo gala de su presencia. Estaba atrapada en una burbuja intoxicante, conciente de ella sabía lo que debía hacer; observar, sentir y permitir que la mente continuara torturándome. Al llegar al establecimiento para hacer la compra mi hijo pidió el artículo, pague con tarjeta y en efectivo y la compra se realizó. Retornamos a casa con tremenda satisfacción, bastaron unos segundos para aliviar tan asfixiante tensión. Un día que lucía sagrado se tornó desastroso, y no por el hecho de una compra, fue efecto de la negatividad que provocaron dos almas. No fue el capricho de una compra lo que provoco un caos, fue la falta de conciencia para abordar una ordinariedad, afortunadamente reaccione a tiempo aprovechando la situación para gestar lucidez a un ambiente caótico. Experiencias de este tipo he tenido cantidad de veces, y no es porque este salada o sea mi destino, es el efecto de inconsciencias, afortunadamente se detectarlas y destrabarme de ellas a tiempo. Agradecí a mi hijo por ayudarme a salir de tal embrollo, exprese y valoré su paciencia para enseñarme a vivir al otro lado de tan terrenal vida. Estaba tan satisfecha conmigo, no por la compra, por el tratamiento que fui capaz de darle a un día tan convulsionado que pude expresar a mi hijo su valiosa contribución con su madre. Fue como hacer alquimia con mis humores a base de conciencia, serenidad y apertura en tremendo caos. Sentí el poder de mi espiritualidad, fui testigo de mi transformación, constaté como librarme de la toxicidad que no se mira. Al llegar la noche me prometí jamás olvidar el día que fui capaz de una entrega absoluta, una presencia determinante y un dominio conciente, pócimas para ser replicadas cuantas veces lo aclame este corazón.

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