La Paz de Dios

Voy camino a vivenciar la paz de Dios. Voy camino a reencontrarme con mi real naturaleza, lo dice la simpleza de mis actos, lo atestigua la comunión conmigo. Al permitirme ser, me permito vivir sin rezago, dolencia, trauma o impotencia. Se precisa de valor y entrega para experimentar los ciclos de vida que me tocan vivir. Es requisito estar en perfecto equilibrio para dar cauce a la energía que lo irriga a uno de una profunda paz y serenidad. Cuando uno rompe con esquemas antiguos, uno logra una conexión divina, uno comprende la verdadera naturaleza que lo habita. El caudal de mi fuente de vida empezó a fluir cuando me vi invadida de claridad. Vi diferente cuando presencia, profundidad y la paz de Dios se tornaron una realidad. Cuando hablo de “presencia” no aludo a una presencia física, externa o corporal apunto a una presencia conciente, lucida, hablo de la sincronía que logro entre mi fuente de vida y el mundo exterior. Hablo de mantener la mente en perfecto silencio, sin pensamiento alguno, en absoluto reposo alerta de cualquier interferencia que la haga trastrabillar. Presencia para mi es energía, son chispas de vida fluyendo por los poros, es mi naturaleza liberada de la mente. “Profundidad”. Toco fondo cuando acallo mi mente. Toco fondo cuando el silencio me inunda, es el acto más poderoso que me ha acontecido hasta el punto de llevarme a sentir la paz de Dios. Me sumerjo en las profundidades de mi naturaleza para descubrirme, mirarme y sentir de que estoy hecha. Extraigo energía de lo más profundo de mi ser cuando de disolver lo toxico del ritmo de vida se trata, lo cual me demanda estar en constante alerta para no contaminarme. Practica que he llegado a dominar cuando se trata de recuperarme, alejarme o evadir situaciones que intoxican mi respirar. “La paz de Dios”. Cuando a uno le dicen; -tomate la vida con calma- -no te angusties- -todo va a estar bien- -deja de preocuparte- -no tengas miedo- a uno le están dando la clave para sentir “la paz de Dios” pero la mente es tan poderosa que cualquier aliciente que venga de otra persona tratando de alentarlo a uno para salir del sufrimiento, prácticamente se evapora al instante. Sí, quien está sufriendo no atiende y entiende el mensaje sencillamente se queda a merced de la mente. Cuando Consuelo abrió espacio en su mente para dar cabida al silencio, sus desgracias se esfumaron y entro “la paz de Dios”.

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