"Una gota en el océano"
No entendía, no dimensionaba la
bastedad de mi Ser, solo me aferraba a pensar que era como “una gota en el
océano” y efectivamente soy una gota en este vasto océano terrenal, frase que
leí en uno de tantos libros de Osho cuando me encontraba navegando entre una
vida asfixiante, sumergida entre densas y turbulentas aguas de un océano
embravecido. Hoy, esta mirada nuevamente tropieza con tan hermoso lienzo de
letras en un nuevo libro y reflexiono; -cantidad de años de aquel pasado y nuevamente
la oración surge ante mi vista para ser expuesta desde un punto de vista
curativo-. Curativo, porque pasados los años me siento como “una gota en el
océano” navegando por la vida sin arruga alguna que constriña el alma o apretuje
el espíritu, sin pendiente alguno por resolver, y de existir lo atenderé
a la brevedad para resguardar tan divina fuente de vida. Dimensionarme cual “gota
en el océano” es motivo de festejar mi bastedad interior porque la
conozco, se de lo que es capaz, se aplicar sabiduría e inteligencia en la superficie
del día a día. Soy como “una gota en el océano” una gota que tomó
conciencia de las arrugas que enferman el alma y esclavizan el espíritu, lo
confirman mis experiencias del día a día. Intuyo cuando me tocan densas olas,
olas que desvanezco tornándome luminosa, centrada y hasta avispada. Cuando soy capturada
por alguna arruga emocional automáticamente me centro en mi fuente de poder, me
desconecto rapidísimo de la mente mirándola, observando lo que trama, atrapando
sus densos prejuicios e intentos por asfixiarme con pensamientos obscuros y cuando
logro desentramparme de ella canalizo de inmediato energía al corazón entonces
sé que estoy conmigo. Enseguida me armo de valentía para aplicar fuerza
espiritual a mi respiración y de ahí nadie me saca, pase lo que pase, la
prioridad es no ser atrapada por arrugas envenenadas que surgen de entre embravecidas
tempestades que intentan ahogarlo a uno. Es mi ritual cotidiano, es el trabajo
que me mantiene ocupada segundo a segundo y no es que sea paranoica, es que
aprendí a estar alerta para resguardar a esta “gota en el océano” que en
cuestión de instantes puede ser tragada por tan densas tempestades de la vida.
Sin pendiente alguno concibo mi existencia, más el destino ya se encargará de
responderme si es real o falsa tal afirmación. La serenidad que conoce este
corazón, la radiante alegría que me fascina y la esplendorosa divinidad que he
llegado a sentir son mis amuletos más atesorados, son como brújulas que me
orientan para navegar entre oleajes que arrugan el alma, no deseo volver a
perder tan valiosas adquisiciones ganadas a pulso. Cada que brota de estas
profundidades un pendiente por resolver lo atiendo sin objetar, negar, esconder
o ignorar lo tomo al instante cual preciada oportunidad para potenciar a esta “gota
en el océano”. Sin miedo alguno resuelvo toda situación que me presenta la
vida, lo cual me recuerda un pasaje de letras que escribí en el pasado “el
miedo que paraliza el alma” letras que dieron testimonio del como el miedo
imantaba mi alma por aquel entonces, andaba tan atolondrada por tan densos
oleajes que mi corazón estuvo a punto de desfallecer. Estar a la deriva no es
nada bonito, esperar a ser devorada por embravecidos oleajes es prácticamente
ser tragada por un océano embravecido. Dios me protege y resguarda, está
más que comprobado, tan comprobado que vivo la vida sin miedo alguno y si por
alguna razón brota en esta mente, lo desprogramo automáticamente. A la mente
solo la empleo para crear, brillar, tocar almas y dejar estelas de salud
espiritual cual “gota en el océano” que ha aprendido a navegar en tan vasto
océano de vida terrenal.
Comentarios
Publicar un comentario
Tus comentarios son bienvenidos