Especial
“Una señora muy
especial” palabras que resonaron
en mis oídos al escucharlo de una mujer, un día X en el momento de hacer
una compra X. Palabras que en aquel entonces tocaron profundamente mis sentidos
propiciando en este corazón una profunda humildad hacia aquella alma que
evocaba un comentario acerca de mí. Un alma que me estaba dando un mensaje de
corazón a corazón. Arroparme de humildad para recibir la opinión de otra
persona, me exige luz para no convertir lo sagrado en egolatría o pedantería,
me exige ecuanimidad para bendecir lo que otros dicen en bien propio. Las
letras que en este instante estructuro nacieron del día en que una mujer me
dijo: “es usted una señora muy especial” letras que me llevaron a
sacar del baúl de los recuerdos conductas del pasado que denotaba un comportamiento
desquiciante. Cuando oía que hablaban mal de mí se me partía el alma, la desesperación
me abrumaba, era tal la humillación que sentía volverme loca, vivía en una burbuja
de paranoia de la que no sabía cómo escapar. Por aquel entonces me importaba tanto
lo que se decía de mí que no hallaba como resolver la situación, me devanaba la
existencia para aseverar que lo que se decía de mí no era cierto, era mentira y
cruel, así fue como me enferme, por voluntad propia. Mal, muy mal proceder
de Consuelo, resultado del analfabetismo emocional, porque lo único que lograba
era subir el nivel de enfermedad mental y consecuentemente incrementaba las dolencias
orgánicas, en otras palabras; hacia lo imposible por enfermarme. Hoy en día respeto
lo que se hable de mí, sea para bien o sea para mal, lo asevero porque no estoy
configurada por palabras, imágenes u opiniones, estoy configurada de la mismísima
fuente de vida, fuente que saneo, irrigo y prodigo con acciones saludables. Oír a
otra alma decirme que soy “especial” no es para jactarme, enorgullecerme,
mucho menos vanagloriarme, por el contrario, es para reconocer la valía de un
alma decir a una mujer desconocida lo que mira en ella, al final de
cuentas no me conoce, ni la conozco solo fue un cruce de la vida, una
casualidad que la llevo a expresarse de tal manera que genero en mí una poderosa
toma conciencia. Apelo a mis entrañas para aseverar lo siguiente; ser una mujer especial
es la capacidad de reconocerme, saber de qué estoy constituida,
tomar conciencia de mis aciertos y desaciertos, de mis maldades o mentiras. Ser
especial es esforzarme hasta el último aliento para traducir lo negativo en
positivo, a eso le llamo SER especial, al arduo trabajo que uno realiza en aras de ser
mejor persona día a día. Ser especial no es cuestión del atuendo o estilo de
vida, es entregarse sagradamente a la vida vibrando de armonía. Ser especial me
pone en la lupa de la auscultación interna para dar fe de mi transparencia
espiritual, lo cual no solo se dice, se hace, y se logra a base de esfuerzo y
una profunda conciencia de lo que se respira diariamente.
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