Despertar

Despertar a la vida es descubrir la belleza del alma. Despertar a la vida es encender la lampara espiritual, es vivir en plenitud, gozando los obsequios divinos que Dios me otorgó. Satisfacción y alegría rebozan en mi rostro por saberme despierta, lúcida y hasta conciente. La vida se ha prendado de mi Ser lo cual me significa estar del otro lado del río donde se puede mirar el TODO y a la vez vivir dentro del TODO, paradoja que hube de resolver para saberme despierta. Despertar a la vida fue simple, solo me requirió
disciplinar la mente, respetar el cuerpo y dejar volar el espíritu. Tome conciencia de mis recursos habitándome, recursos que me fueron otorgados desde el día de nacer y que afortunadamente aproveché a tiempo para activarlos y dejar atrás perturbaciones que nublan la razón. En otras palabras me aferre al entendimiento para vivir la vida. El primer y gran paso que di fue “Disciplinar la Mente”, preciado tesoro que vino a dar luz a mi alma. Disciplinarme me resultó fácil y complicado, fácil porque estoy acostumbrada a cumplir conmigo, me responsabilizo por mi, más había que realizar una tarea de otra naturaleza, un esfuerzo de tipo abstracto y etéreo que implicaba limpiar la mente y limpiar la mente no es algo que se logre de la noche a la mañana sobre todo porque fue programada y cincelada para obedecer, temer, sufrir y hasta padecer, conductas etéreas y reales por ello lo complicado de disciplinarme ante tal cometido, porque ¿Cómo le hace uno para dejar de temer o sufrir? tarea agotadora, ardua y desgastante más mi naturaleza es aguerrida y está acostumbrada a experimentar, tomar múltiples caminos hasta lograr el cometido. Cuando me sé responsable de un pendiente lo inicio, me aventuro y experimento hasta lograrlo lo cual me deja infinitamente satisfecha. Disciplinar la mente es desprenderme de pensamientos nocivos, de ansiedades que corroen, negaciones que paralizan, miedos que nublan la existencia o juicios que enturbian el alma paradigmas que hube de transformar hasta el punto de hacer una limpieza profunda a la mente dejándome en un estado profundo de NO MENTE. Disciplinarme mentalmente me significa habitar en un estado virtuoso concebido como NO MENTE y no mente me significa estar presente, sentirme, monitorearme, estar alerta de mis movimientos, emociones y conductas manteniéndome cual faro alumbrando el alma. Cantidad de veces escribí acerca de NO MENTE, múltiples ocasiones aludí el concepto pero para ser honesta solo lo hacia por escuchar el termino diferente, bonito o por arrebato emocional llegándome a preguntar: ¿Cómo vive uno sin mente? juicio ancestral apelando, negándolo más la divinidad tuvo a bien mostrarme infinidad de caminos hasta llegar a experimentar la NO MENTE. Al final del camino uno expresa sin temor a equivocarse lo bello que es vivir sin mente y vivir sin mente alguna me deja tan saludable que no hay espacio para corromperla bajo ninguna circunstancia. Mi mente me pertenece y debieron pasar décadas para dejarla en total apacibilidad, efecto de una limpieza profunda día a día, segundo a segundo hasta el punto de disciplinarme mentalmente. Respetar mi cuerpo es lo más heroico que he logrado en bien de mi salud orgánica. Lo más dramático que provoque al cuerpo fue deteriorarlo en aras de perseguir el sustento, adquirir el conocimiento e incluso encajar en sistemas sociales o culturales hecho que no me recrimino por el contrario lo agradezco porque fueron tremendas lecciones al alma, solo un maestro fue capaz de sacarme de tal obscuridad para mostrarme el camino hacia la espiritualidad divina. La falta de conciencia, la minusvalía o el no dimensionar el poder interno que me habita fueron quizás los causantes de llevar a mi cuerpo al extremo hasta el punto de agotarlo y enfermarlo afortunadamente genere nuevos hábitos para restablecerlo, sumarle gratitud y prodigarle bienestar al alimentarlo, ejercitarlo y protegerlo de cualquier circunstancia terrenal. Hoy en día poseo conciencia para cuidarme orgánicamente gracias al responsabilizarme de el. Dejar volar el espíritu es lo mas hermoso que me ha sucedido, gracias a él alcanzo a dimensionar la belleza del alma. Es la sensación más noble y virtuosa que uno experimenta sencillamente por dejarse SER, respirar lo que uno desee, lo que a uno le satisface. Dejar volar mi espíritu lo concibo como el congraciarme con Dios, como unificarme a tan divina santidad. 

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