Inconciencias

Mis inconciencias son el resultado de mi ceguera mental, ceguera provocada por el ego. Mis inconciencias son el efecto del caminar por la vida sumergida en inconciencias ordinarias que colapsan a la mente. Mis inconciencias son fruto de una domesticación terrenal, programación que llego a trastocar este espíritu, lo afirmo porque poseo la capacidad para avalar lo que escribo. A un vacío existencial, espiritual y corporal lo llamo inconciencia. Al hecho de llevar una vida sumergida en reacciones rutinarias, tediosas, aburridas o cansadas le llamo inconciencia. Caer en la violencia, el sometimiento o la minusvalía le llamo inconciencia. Tener la capacidad de identificar la inconciencia me coloca en un plano realista para decir que soy inconciente y decirlo no es para vanagloriarme por el contrario es un compromiso que hoy en día me mantiene ocupada para dar el salto de la inconciencia a la toma de conciencia. Se requiere de fortaleza para tomar las riendas de mi esencia y avalar mi existencia. Es una declaración intensa y sincera que solo la piel y el corazón dan fe de lo que confirmo en letras. Es el resultado de ser mi propio laboratorio retratando mis inconciencias. Desde niña aprendí a vivir en comunión con otros, ser agradecida con la vida hechos que me permiten mirarme tal cual soy, en especial cuando estoy siendo inconciente. Lo más loable de esta alma es el esfuerzo que hace para tirar todo lo que le daña, no claudica, mucho menos abandona la tarea para expulsar cargas emocionales que atentan con ella. Ahora que me leo me concientizo de mi deplorable minusvalía que un día albergue en esta alma afortunadamente es pasado, gracias a mi capacidad de sobrevivencia he superado tan bárbaro sometimiento que provoque al espíritu, espíritu que estaba dispuesto a volar desde el día que nació. Me avergüenza declarar tan cruda realidad, pero de eso se trata la vida, de mostrar al natural lo que me habita. Los singulares descubrimientos que he hecho del mundo que habito me tornan tan conciente que por nada del mundo volvería a ser presa de patrones mentales e inconciencias. Plasmar mi vida al natural me pone feliz porque experimento a flor de piel la sinceridad, vivo a plena conciencia mis acciones, reacciones e interacciones con la vida. Evidencio mi vida dilucidando, recibiendo y sintiendo poderosas vibraciones guiándome para detallar el camino que voy siguiendo hacia la purificación, conquistas que expanden mente y corazón. Resulta gozoso y hasta edificante ser conciente de uno, lo cual no quiere decir que estoy curada de inconciencias por el contrario parece que cuando me propongo ser conciente la inconciencia me atrapa para caer en reacciones viscerales ahí reside la voluntad, capacidad y constancia para rescatarme, acciones que imprimo a mi vida para no perderme ni un microsegundo. Las inconciencias que aún vivo las capto de inmediato y me estabilizo cual gacela para mirar y comprender con claridad toda situación que me desestabiliza. Duplico y multiplico la conciencia desde el amanecer hasta el anochecer, me levanto y en automático me alerto, me instalo en el Ahora porque de lo contrario esta mente tendería a soltar cantidad de pensamientos, malestares, dolencias, preocupaciones o pendientes apoderándose de cerebro y corazón, afortunadamente hoy en día capturo con nitidez toda inconciencia, es como mantenerme avivada para no extraviarme en los delgados hilos enfermizos que atentan con la salud mental, emocional o espiritual. Millones de interferencias se cruzan por mi Ser y cuando digo millones no exagero lo asevero porque lo veo, recibo e intuyo. Ser conciente me ejercita, habilita y capacita para mirar microscópicamente la gama infinita de contaminaciones que alteran mente, corazón y alma, no es una exageración, es una aseveración declararlo, es una valiente acción que prodigo segundo a segundo me encuentre, donde me encuentre, viva lo que viva siempre estoy alimentando esta alma de conciencia lo cual me demanda estar en perfecto equilibrio espiritual.

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