Metamorfosis

Me dirijo hacia una profunda metamorfosis, voy en camino hacia la evolución, evolución de la que no se si abra retorno a tan mundana existencia. Y en lo que a mi respecta por supuesto que no retornare a tan añejos hábitos que enmohecen alma y espíritu, lo afirmo porque el hecho de palpar la divinidad es una delicia. Sumergirme en un oleaje de serenidad es fortificante, tan fortificante que me llena de energía para mirar mi vida desde otra perspectiva. Tengo en el tintero múltiples pendientes que aun me faltan por plasmar, crear, proyectar, expandir y que mejor que hacerlo desde otro espectro, desde un sentir vivificante. Gestar una metamorfosis es como abrir una ventana a la vida, una ventana donde los rayos de luz reactivan la conciencia, rejuvenecen el corazón y hasta le dan razón de ser a mis células. Rejuvenecer nada tiene que ver con la edad, tiene que ver con la perspectiva que se tiene de una vida espiritual, si fui capaz de atrofiar mis sentidos, segura estoy que seré capaz de renovarlos a eso le llamo metamorfosis. Los destellos espirituales que me llegan y el profundo amor que recibo de Dios fueron los intangibles que dieron paso a una poderosa metamorfosis manteniéndome a salvo de las fauces de la tierra. Fauces que semejan aguerridas batallas que enfrento día a día, hablo del extenuante oleaje de bajas densidades que me arrastran hacia las profundidades de la ira o la tristeza y digo enfrento porque de no luchar sabia e inteligentemente para no ser devorada por ellas terminaría siendo siendo una mas que vive entre el sufrimiento inconfesable. Conciente estoy que concluiré con estas batallas porque de eso se trata mi metamorfosis pero entre tanto eso sucede estoy alerta para no ser devorada por los remanentes de bajas densidades que aun quedan en mi mente. He aprendido a recibir lo que tengo destinado a vivir, poseo la capacidad de pasar de una emoción desgastante a un sentimiento fortificante, nutriente y hasta reactivante gracias al hecho de gestionar mi propio estado emocional, la maestría de hacerlo reside en el hecho de saberme rescatar en cuestión de micro segundos de situaciones que deterioran el alma y debilitan en cuerpo lo cual es una real proeza que me da el temple emocional. Me demanda altisima inteligencia lograr la ecuanimidad para no ser derrotada por las fauces de la negatividad por lo que me aferro a la conciencia para rescatarme en cuestión de segundos, entonces la metamorfosis sucede transformando emociones desgastantes en sentimientos purificantes. La práctica es constante, porque constantes son los imprevistos y no es que la vida me tenga entre ceja y ceja es el efecto del ritmo terrenal que vivo lo cual es tan normal que resultaría incrédulo no reconocer que existen tan bajas densidades, negarlo seria una catástrofe porque ¿Como negar algo de lo que también fui participe? Atreverme hacer alquimia con mi propia negatividad para elevarme por encima de ella ha sido lo mas loable que le he obsequiado a este espíritu hasta el punto de transformarlo. Me he convertido en una experta cuando de hacer alquimia conmigo se trata, hablo de pasar de la negatividad al positivismo gracias a las altas frecuencias que me afano por perpetuar. Las fauces de la tierra ya no me devoran porque tanto sabiduría como inteligencia habitan cerebro y corazón, poseo la capacidad de mantenerme fuera de tan abrumante ritmo terrenal. Gozo a la madre tierra, respiro su pureza al caminar, me empapo del aura que despliega, ráfagas celestiales me rodean por doquier, ráfagas aun no alcanzo a discernir, pero se que están ahí, es esa sensación que lo impulsa a uno a vivir en un estado de lucidez, es esa capacidad para poner de manifiesto el potencial humano de una mujer que reactivo gracias a una metamorfosis.

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