Ofrenda a mis muertos


Se acerca el día de muertos, ellos han llegado, lo sé porque el olor a incienso, el colorido de la flor de cempasúchil y el folclor de todosantos me recibió al salir de casa para hacer  las compras. Desde hace un buen tiempo no pongo ofrenda a mis muertos, porque desde hace un buen tiempo miro distinto la muerte. Desde niña vi a mi madre poner su ofrenda a sus muertos y desde aquel entonces me enamore de tan ferviente entrega a sus seres queridos así me inicie amar todo lo que representa una ofrenda; el aroma, los alimentos, las hojaldras, calaveritas, veladoras, velas  la tan reconocida flor de muertos cantidad de artilugios conseguía para adornar una ofrenda. Colocaba ofrendas cantidad de veces cuando aún vivía mi madre y hermano, me extasiaba poniendo ofrendas a otros más el sentimiento fue distinto cuando hube de colocar la ofrenda a mi madre y más tarde a mi hermano, el dolor y la tristeza acompañaban mis actos al colocarles su ofrenda más me reconfortaba augurando que ya estaban descansando. Cantidad de creencias respecto a la muerte se tornan cual bálsamos que alivian la pérdida de un ser amado, debieron pasar muchos, muchos años para dar el salto dimensional; dejar de poner ofrendas, superar su pérdida, aprender a sentirlos sin verlos y dar por hecho que ellos realmente se encuentran en la gloria y nadie me lo dijo mucho menos lo estoy inventando o imaginando es el efecto de una simbiosis tan, pero tan enraizada que incluso ahora están a mi lado acompañándome a colocarles su ofrenda; mi madre y hermano. Mi ofrenda está configurada por el amor, amor que solo el espíritu, la mente y el alma dan fe de nuestra conexión tan profunda. En mi ofrenda coloque el gratísimo recuerdo de su imagen, la divina cosmogonía de saber que estamos unidos, su rostro recordando a mi madre con absoluta seriedad y a mi hermano con una tremenda sonrisa así eran ellos; la rigidez que caracterizaba a mi madre, era una rigidez que no se disculpa por el contrario la alabo porque gracias a ello aprendí a reconocer la valentía de una mujer para criar a ocho hijos. A mi adorado hermano que poco conocí pero el tiempo que pase con él fue aleccionador, de entrega y una tremenda sagacidad por salir adelante fue conmovedor perderlo tan joven pero me es más conmovedor sentir su protección tan cerca de mí. Amo a mis muertos y aquí les dejo una ofrenda cargada de parabienes espirituales, un mantel de divinidad, aroma a incienso recordándonos nuestra existencia y mi mente recordándolos por siempre. Saben que los amo, como saben el día que me unire a Ustedes.

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