Apiñada entre gente como gente


Ser gente apiñada entre multitud de gente realmente me resulto apabullante, desafiante mas no desestabilizante, hablando emocionalmente. Experiencia que volveré a repetir cada que me suba  a un transporte público, sobre todo si es la hora de su mayor demanda. Al ir en un transporte público uno está tan junto de otro que se me figura estar apiñada, sosteniéndome de donde puedo para no caer, instantes que me invitan a respirar silencio, serenidad y satisfacción por el simple hecho de saberme merecedora de tres exquisitas virtudes. Experiencias que si son bien aprovechadas uno se llega a encantar del resultado, como el inevitable contacto tan cercano entre unos y otros y yo vistiendo un poderoso autocontrol de seguridad y confianza a lo largo del recorrido, oportunidad para fortalecer la capacidad de silencio mental, aquel que no interfiere, oportunidad para fortalecer la cortesía, la alerta máxima de autoprotección se enciende, abro una gran ventana de discreción para no hurgar entre miradas; quien es, como es, que viste, como luce al final de cuentas me siento gente entre gente. Cuando se convierte una constante el abordar un transporte público uno sencillamente lo mira como algo natural y hasta normal con oportunidades únicas para respirar la vida con sus distintos rostros. Un viaje corto en transporte público llega a ser apabullante, encantador y hasta iluminador porque uno ratifica la esencia humana propia y ajena. Gracias a este tipo de experiencias voy corroborando mis avances en el plano emocional y mental lo cual es gratificante, experiencias que me muestran el resultado de un trabajo espiritual, cobra sentido el esfuerzo que le imprimo al cambio, la voluntad se torna una constante y una leve sonrisa brota en mi rostro porque; ¡qué bien se siente ser espiritualmente saludable! en especial cuando me sumerjo en distintos planos terrenales. Que bien se siente poseer el sello del ser humana, resultado del trabajo emocional que insistentemente he venido realizando y lo ratificó ante circunstancias sofocantes e impredecibles de mi vida. Mi rutina puede llegar a ser estresante, cansada o urgente pero lo que no me puede llegar a suceder es olvidar las fortalezas que he recuperado. En un corto viaje comprobé lo radiante que llega a ser el poder interior que me habita, la disciplina que me llevo a conseguirlo y el estar dispuesta a perpetuarla en aras saberme gente emocionalmente saludable.

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