Transformarme


Transformarme resulto agotador, arduo y apasionante. Desconozco cuando inicie la travesía más conozco cuando la finalice. Concluir mi transformación me aclara de lo que estoy hecha, me deja infinitamente gozosa por tan delicada cirugía que realice a cuerpo, mente y alma. Ahora sé de qué está constituida la humanidad, se dé que estoy hecha, me conozco. Si atravesé descomunales exigencias terrenales y las superé fue gracias a tres invaluables virtudes que avalan mi existencia; conciencia, voluntad y respeto virtudes que atesoro porque constituyen mi propia mina, lugar de donde se puede extraer oro del alma para transmutar el corazón, incienso del aire para respirar sabiduría y mirra del suelo para caminar confiada por la vida. Tal es mi gozo al declararlo que no quepo de alegría en este bendito rincón donde las letras van sucediendo pacientemente para narrar; -el cómo le hice para transformarme-. Uno se transforma a base de conciencia, cantidad de veces he aludido a la conciencia y cantidad de veces la he perdido pero hoy es diferente, porque hoy me sé consciente lo cual ratifica la claridad de lo que argumento. Hoy en día soy tan consciente que en automático detecto cuando me estoy desgastando mentalmente a lo tonto, detecto cuando estoy derrochando energía sin fin alguno, me se liberar de trivialidades mundanas que atentan con robarme energía, combato el ego sabiamente cuando me amenaza con tomar las riendas de mi vida, neutralizó las bajas densidades que insisten en arrastrarme a pozos sin salida, tomó las riendas de la vida tal cual se me presente, sin atentar con ella, obstaculizarla o modificarla sencillamente la recibo como me llega, me mantengo alerta de mi dualidad mental para no extraviarme entre escozores, punzadas o sinsabores que intoxican el espíritu, soy la causa de lo que hago, digo y pienso, es la simpleza del estar consciente noche y día, así de atesorable es ser consciente de mi. Mi falta de voluntad e inconciencias del pasado fueron los factores que provocaron agotamiento y cansancio justo cuando me iniciaba por la ruta de la transformación interior, más el apasionamiento que me caracteriza impulso la voluntad, la hermosa voluntad que hace milagros para lograr mis más íntimos deseos y mi deseo era ser una mujer diferente, era ser humana, pero humana de verdad no de dientes para afuera, necesitaba saberlo mi corazón, sentirlo el alma me urgía estar consciente de mí. Se precisa de fuertes dosis de conciencia para lograr que la voluntad florezca porque en la medida que uno vive en la oscuridad la voluntad sencillamente se diluye por las rendijas de la pereza o los extravíos mundanos. Se lo que digo porque lo vivo, sobre todo cuando de abordar tareas desagradables, agotadoras o desgastantes debo realizar más cuando las hago les agrego tremenda conciencia entonces la voluntad brota en automático cual fuente inagotable. La voluntad sucede cuando mente y corazón no están dispuestos a claudicar, en otras palabras cuando se es consciente de uno. Me formé bajo el estigma de respetar a otros más me urgía aprender a respetarme, debió transcurrir un considerable tiempo para comprender la esencia de tan virtuosa palabra “respeto” no sabía cómo respetarme, más si sabía respetar a otros, la finalidad debió iniciar conmigo porque me volví experta en respetar el exterior pero inexperta en respetar lo interior lo cual me mereció enfermarme, arrugarme y hasta extraviarme hasta el punto de estar a disgusto con la vida. Fue por accidente cuando me inicie en el arte de saber respetarme, digo por accidente porque concibo el desgaste mental como un fatal accidente que debilita alma y corazón. Accidente el cuerpo al consumir alimentos que deterioraron mis órganos llevándome a enfermar corporalmente hasta que la bendita conciencia puso en la bandeja de mi vida la siguiente consigna; respétate Consuelo, abruptamente me llego el mensaje y sutilmente inicie a desarrollar el arte de respetarme. Es un arte porque me exige delicadeza para atender la mente cuando la estoy contaminando, me demanda aguerrida conciencia para masajear el alma si la estoy asfixiando y una poderosa tenacidad si de pronto el espíritu languidece. Hago arte respetándome y el efecto es tan sanador y tranquilizante que en la medida que lo replico me vuelvo experta en purificar mente, cuerpo y alma. Tan hermosa palabra, respeto, encierra cúmulos de compromisos internos que exigen ser acatados al más alto nivel humano sin titubeos, olvidos o excusas. Una palabra que fue cincelada en esta mente desde niña no necesita mayores lecciones, le basta al corazón conocer la metodología del como respetar a Consuelo.

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