Creo en mí!
Creo en mí… no como la suave patria, hermosa poesía o
como las letanías que se cimbran en el cerebro o el corazón así no creo, eso
solo es superficialidad. Para mí todo argumento ha sido rebasado por este cerebro, mi
mente ha dejado de ser cautiva, aunque para ser sincera a más de cinco décadas,
jamás he recurrido o necesitado de tales argumentos, mucho menos de decírmelo una
y otra vez, sobre todo a mi edad. Afortunadamente nunca me vi envuelta en tales
condicionamientos, aprendí hacer las cosas por mí misma y listo. Mal o bien… lo que hago sale de mis
entrañas, mana de mi Ser. De niña jamás escuche que me dijeran “cree en ti” mucho menos se estila en
esta casa, ni hemos recurrido a ella para animar a mi hijo, eso no se comulga
en mi hogar. Como familia convivimos con nuestros propios estilos y potencial,
respetamos nuestras individualidades, vivimos en comunión, sincronía, sintonía y
eso nos basta. Luego entonces si no apruebo tal afirmación porque recurrir a
ella, pues simplemente porque me inspiro el día e invito a mis sentidos a hacer
una reverencia a cada célula de mí Ser por ser tan pacientes con tan
voluntariosa mujer. Creo en mí desde
otra perspectiva, creo en cada paso que doy, en cada meta que me trazo, cada
objetivo que veo a lo lejos, creo en mi potencial. Siempre ha sido así, jamás
he claudicado solo que ahora tomo mayor conciencia de ello. Tomo conciencia
de lo que hago, entrego el alma en cada acto que realizo por muy simple o complejo
que sea. Hago las cosas apelando a mis sentidos, con apertura para no caer en ansiedad,
premura o el divagar. Trazos mis metas para ser cristalizadas bajo la naturalidad,
no me devano la existencia para urgir, estrangular o ahogar el objetivo. Haga
lo que haga lo cocino con total espontaneidad y para cuando termino… amo el resultado. No me detengo a
escuchar el que piensen acerca de lo que comparto, sencillamente lo hago porque
me apasiona, si me detuviera a escuchar
el qué dirán seria como ingerir el veneno que paralice mis células. Amo mis
barbaridades, gracias a ellas pulo mis sentidos, habilito el musculo cerebral y atiendo al llamado de la creatividad. Me
entrego a lo que tenga que hacer y en cuestión de instantes pareciera que la magia me envuelve.
Estoy consciente de lo que me fue
donado, no existe edad para renovar el espíritu, sanear el alma o aventurarme a
nuevos aprendizajes. No existe edad para creer en uno, existen espíritus que
vuelan por cuenta propia, permiten que fluya su potencial, se sienten libres, brilla
su inteligencia y su alma rebosa de alegría solo por eso… ¡creo en mí!
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