Mensajes divinos!

Cada amanecer me ofrece algo nuevo, me ofrece divinos regalos envueltos de vida. Son mensajes que llegan de repente, que se hacen realidad.
Hace años aun sin saberlo con certeza decía; -escucha, siente, cada día te dice lo que ha de seguir- solo déjate impregnar de ellos, de los mensajes. Por aquel entonces aun cuando los intuía no tenía plena conciencia de su  presencia, hoy es diferente; casi los toco de entre la nada, los escucho, los siento, mostrándome el camino, lo sé con certeza. Es Dios abriéndome de par en par las puertas de la vida, dejándome regalos divinos, lo avala mi corazón. Sigo sus mensajes divinos, me dejo guiar por ellos aun cuando la incertidumbre, preocupaciones, pendientes o el entorno se vea gris me dejo llevar. Me centro justo en el aliento de la vida y dejo que suceda, que suceda lo que ha de suceder sea el bendito amanecer, el abrazante calor del día o el fresco aire del anochecer. Me entrego a él, he aprendido a recibirlos y soltarme en su gloria y para cuando siento que la pesadumbre me está asolando no hay nada más saludable que meditar ahí aterrizo ansiedades o preocupaciones aquellas que de vez en cuando insisten en retornar para alterar mi paz y está bien porque eso me dice que falta trabajar en mí.
Cuando calmo el corazón, los mensajes surgen, se transparentan entonces puedo mirar con nitidez el camino, siento un aura que me rodea de luz. Me ha sucedido que por alguna razón si he de hacer algo y no lo logro lo dejo y más tarde al continuar concluyo el pendiente casi de manera automática, lo materializo. Es un tanto complejo explicar los mensajes, no es cuestión de ciencia, mucho menos terrenal es algo del mas allá y se requiere de un alma en total serenidad para sentirlos, descifrarlos y vivirlos.
Son tan intensos los mensajes que recibo hoy en día que se exactamente lo que ha de seguir, gracias a ellos vivo plenamente. Ahora deduzco porque en el pasado no percibía con claridad la vida: -por el pasado o el futuro- es decir vivía atrapada entre dos tiempos que escapaban a mi realidad, me queda claro que uno no puede hacer nada con el pasado, mucho menos con el futuro.  Aún tengo secuelas del pasado, no lo niego, lo estupendo es que me voy curando y por cada secuela que reincide; la recibo, no con gusto por supuesto porque mi pasado tuvo más dolor que alegrías, la recibo, la siento, me entrego al dolor y gloriosamente me curo a eso llamo ¡divinidad! Soy creyente de la rueda de la vida y convencida estoy que debo recibir aquello que un día rechace, esquive, dañe, olvide y que ahora retorna a cobrar su cuota y no se trata de enfrentarlos, se trata de recibirlos, gracias a ello sano el alma. Por cada hecho que recibo y sano la alegría lenta y armoniosamente impregna mi espíritu. Casi puedo afirmar que estoy más empapada de dichas que de desdichas.
Recibir con lucidez los mensajes divinos es como aterrizar en la tierra, es como un darme cuenta del porque he nacido, ahora sé que mi papel no es el de dar consuelo, ser madre, esposa, ama de casa, profesionista, mujer o como quieran llamarle he nacido nuevamente para impregnarme de vida, sentir la gloria y respirar a Dios.

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