Una leyenda
Un
hombre fue al río muy temprano por la mañana para dar un paseo y se tropezó con
un saco. Abrió el saco; estaba lleno de piedras se sentó en la orilla y
juguetonamente empezó a tirar las piedras al río. Disfrutaba viendo cómo
salpicaban las piedras. Poco a poco empezó a amanecer y el sol empezó a salir ya
solo le quedaba una piedra. La miró, pues ahora había bastante luz, y empezó a
golpearse en el pecho llorando. Algunas personas se reunieron a su alrededor
preguntándole; ¿Qué es lo que pasa?
Él
contestó: es un diamante y he tirado miles. Los he estado lanzando
continuamente sin saber lo que estaba tirando. Pensaba que solo eran piedras y
ya solo me queda una.
Y
yo os digo, que así y todo tuvo suerte al menos se dio cuenta cuando aún le
quedaba una. Millones de personas no se dan cuenta, ni siquiera en la última
etapa; simplemente siguen tirando. Viven y mueren y nunca llegan a conocer el
pan de cada día, el diamante que desciende sobre ellos cada día.
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