Orando
Fervientemente
me volcó en la oración, en la divina oración, pero no aquella oración terrenal
o teológica, no. Me volcó religiosamente en otro tipo de oración, aquella
oración que limpia pacientemente cada partícula de mi ser, que refresca cada
poro de la piel dejando mente y corazón radiante de felicidad. Así es mi
oración. Por ese tipo de oración trabajo
al despertar o al anochecer, por dejar inmaculada la esencia de esta mujer. Amo
trabajar en cada rincón de mí ser, sea mente, corazón o cuerpo. La vida es tan sabía
que día a día coloca frente a mí la impureza, mi basura, mis pendientes, reta a
mi ego, se enfrenta a mi corazón y es entonces cuando debo trabajar para darme
cuenta, para descubrirme sin autocriticas, sin exigencias solo mirándome con la
verdad, con mi realidad. Trabajar conmigo duele, cimbra, me deshace. Trabajar
conmigo no es una cuestión de dulzura o felicidad, es una situación de
valentía, de pertenecerme. Cada despertar oro por tener la lucidez para continuar.
Cada paso que doy me deja maravillada cuando descubro que trabajar conmigo me
hace feliz, me siento radiante, dichosa. En pocas palabras; al hacer limpieza, la gloria entra a mi
hogar. Me asombra mirar que la casa va quedando limpia, que el corazón
difícilmente se tambalea o se entrampa, que la mente ya no me posee. Así es
mi oración, todo acto que realizo, lo
realizo religiosamente para dar luz a mi ser, para sentir la pureza humana. Y oro en este instante porque del otro lado
gotas de roció toque a los corazones que se buscan.
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