La fragancia en casa

Mi templo se mueve al ritmo de la fragancia hogareña. Al ritmo de los aromas que desprenden las flores que cuelgan por el alambrado,  como queriendo atrapar mis sentidos.  Los sentidos que se maravillan al recibir su aroma. Cuando hago limpieza en casa, sucesos como estos me dejan atrapada entre aromas celestiales. Me asombran las transformaciones internas, los cambios que vibran dentro de mi dejándome con una sonrisa en el rostro, apacible, serena como tocado la esencia de la vida. Al abrir los sentidos capturo  la fragancia que entra a casa, así fue como descubrí el aroma de una flor que sutilmente entro a casa.  Hacía más de un mes que estaba ahí, solitaria y yo no me había percatado de ella.  Un día al salir a la zotehuela la mire, perdiéndose entre lo verde de su follaje, desprendiendo su diminuta belleza. Fue como descubrir la belleza que se cruza por mi camino para fusionarse conmigo.  A partir de entonces cada salida a la zotehuela volteaba a mirarla, para admirar su belleza ordinaria, que resultaba ser extraordinaria. Pasado un tiempo sus pétalos cayeron al piso y cuando los tome descubrí su extraordinaria fragancia. Hoy, ya no es una flor, hoy florea más de una, impregnando la casa de aromas naturales. Fue mi día impregnado de instantes celestiales que cuelgan en casa. Es mi hogar recibiendo los sagrados momentos que la vida me envía. 

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