El
Estar con él es indescriptible. Un
solo retrato para definir tan hermosa escena arruinaría el mágico instante que viví
con él.
Así que solo esbozare su sagrada presencia dejando en esta alma huellas de energía
y alegría.
Cuando lo mundano se apodera de mis
sentidos y la energía parece desvanecerse, cuando la desesperanza se va
colocando en las paredes de este hogar en cuestión de segundos la magia se hace
presente, él se posa frente a mí. El
me muestra su divinidad. Y no es una casualidad, dependencia o locura. Es el resultado
de un trabajo emocional abrumador, determinante realizado con ahínco y
constancia. Una sagrada y aguerrida dedicación para ir tirando muro a muro todo
ordenador enmohecido en la mente, ordenadores que mantenían aprisionada esta
alma. Se requiere de un gran corazón para generar el cambio, para hacer una
limpieza total. Se precisa avanzar a pesar de las pesadas cargas sociales o culturales
que se cruzan por doquier. Ese es mi reto, son las minúsculas hazañas que voy emprendiendo y cuando descubro
que voy cristalizando cada pared de esta alma, él se hace presente. Y no es que la pureza me habite o me crea una
santa, no, eso solo son estigmas. La intención
es erradicar toda basura emocional que habite este corazón y por cada
mota de polvo que encuentre la voluntad me pertenece para hacer una real
limpieza al alma. Una limpieza meticulosa y sagrada. A eso llamo religión. El resultado de mi religión, hoy se manifiesto, el resultado fue él dejándome halos de energía y amor
por doquier, dejándome embebida de su belleza. Soy mujer y ame los instantes que viví con él.
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