A que viene aquí...

A qué viene aquí… expresión que escuche en un sistema hospitalario. Bendito destino que siempre me coloca en la rueda de la vida. “A qué viene aquí” expresión que dio la pauta para estilizar las líneas que compartiré esta noche. 
Cuando escribí mi primer libro hable de la rueda de la vida y en ese entonces pensé que estaba loquita pero no, es real, la rueda de la vida me vuelve a colocar frente a un pendiente de vida dejándome un bellísimo crecimiento interior. Si un crecimiento espiritual del que solo yo doy fe.
Ahí...esperando en un edificio hospitalario, donde la enfermedad se respira por doquier, donde los rostros denotan ansiedad, dolor, crisis ahí me encontraba por la mañana.  Los que ahí esperábamos deducíamos  que la consulta estaba por iniciar pues las puertas de los consultorios se iban abriendo uno a uno. Daba inicio un ciclo de actividad un enorme sistema organizacional. Un sistema donde los procesos, subprocesos, actividades y toda la gama de interferencias laborales empezaban a cobrar vida para dar un servicio médico. Un sistema que pareciera un caos, pero no era así, miraba un sistema perfectamente articulado con todas sus implicaciones administrativas internas, y ahí me encontraba, dentro de aquel gran sistema, como acompañante de una paciente. Una acompañante que...durante aquella espera, estaba teniendo una revelación y aunque parezca locura, no lo era. Hablo de una revelación sistémica. Es decir hablo de la capacidad para mirar las múltiples tareas que se viven al interior de un ambiente hospitalario. Durante esos instantes absorbía de todo. Como se configuran las jerarquías, como embonan los procesos, como interfieren los subprocesos y como el ajetreo de la operación va y viene. Todo, estaba mirándolo todo en cuestión de instantes, maravillada por descifrar tan imponente sistema. Aunque solo observara una parte de él,  mi mente podía trasladarse a la cúspide, aquella que no se mira o bajar a la operación, aquella donde me encontraba y me sentía feliz porque gracias al conocimiento deducía lo que ahí pasaba. Y no era magia, no, era el conocimiento y la experiencia en sistemas organizacionales quienes me permitían mirar con nitidez el "todo administrativo" dejándome encantada  por saber cómo gira un engranaje organizacional.
Pero retornando a la expresión “a que viene aquí” una vez iniciada la consulta, un hombre preguntó a una enfermera, aunque no sé si debo decir enfermera, pues solo lo deduzco por el uniforme blanco, mas desconozco formación y puesto. Pero bien ese no es el caso, el caso es que cuando la enfermera pregunto un hombre respondió; - me mandaron aquí-  y obtuvo como respuesta; “a que viene aquí”, usted debe saber “a qué viene aquí”, aquí es endocrinología. Usted debe saber si va al internista, al urólogo, cardiólogo, dermatólogo... el pobre hombre se quedó paralizado, mirando su papel dobladito. En ese instante me dije; bendito conocimiento que me permite mirar diferente y saber de qué habla aquella mujer. Evoque de inmediato  a mi madre, a quien en otros tiempos la llevaba a un centro hospitalario similar. Una mujer que no sabía leer, campesina pero jamás permitía que nadie le gritara, mucho menos que la regañaran, hablando de adulto a adulto. La empatía hacia aquel hombre me nació de inmediato, pero no había nada por hacer solo mirar, escuchar y solidarizarme con aquella alma que no se tenía, que no se pertenecía y estaba permitiendo a otros generarle temor.
Pero el caso no se centra en aquel hombre, la situación se centra en el “a que viene aquí”, pues gracias a esa expresión tome conciencia de un crecimiento interior. Tome conciencia de la virtud a la que siempre aludo; la valía y mi valía justo en ese instante brillaba divinamente. Mi madre poseía valía y la manifestaba, yo poseo valía y brillo cual estrella.  Por ello aludía al principio de este relato a la rueda de la vida, porque estaba retornando a entornos similares a otros tiempos recorridos con mi madre. El sistema hospitalario prácticamente sigue igual, pero eso no interesa, lo que importa es que hoy mire diferente en cuestión de segundos y mirar diferente me lleva a sentir; bendita gente que ahí labora segundo a segundo haciendo lo mismo una y otra vez, sumegidos en un poderoso sistema cuyos engranajes avanzan aletargadamente.  Por ello, contrario a compadecer aquel hombre,  me compadecí de la bendita gente que labora con el dolor  creándose máscaras de empatia, buen trato, exabruptos, tosquedad, ansiedad, premura que se yo. Aquel hombre y yo solo estábamos de paso y en cuestión de minutos estaríamos fuera de aquel sistema, pero ellos seguirán ahí. Por eso expreso; bendita gente que tiene frente a frente un gran reto de vida; sentir humanamente.

Hoy crecí, aprendí, mire diferente y me siento divina.

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