Reflexión
He oído una
historia danesa. Recuérdala, deja que pase a formar parte de tu reflexión. La
historia habla de una araña que vivía entre las tablas de un viejo establo. Un
día se dejó caer por un largo hilo hasta una tabla más baja, donde vio que había más moscas y
era más fácil cazarlas. Decidió vivir permanentemente en este nivel inferior y
tejió una cómoda telaraña. Pero un día se fijó en el hilo por el que había
bajado que subía hasta la oscuridad de arriba. «Ya no necesito este hilo—dijo—,
solo está estorbando.» Lo cortó y de ese modo destruyó toda la telaraña que
estaba sujeta a él.
Esta también es la
historia del hombre. Un hilo que te une con lo supremo, lo superior, llámalo
Tao, existencia o divinidad. Puedes haber olvidado completamente que
desciendes de ahí. Procedes del todo y tienes que volver a él. Todo vuelve a
su fuente original; tiene que ser así. Entonces se cierra el círculo y uno
está completo. Y te puedes sentir incluso como esta araña a la que le estorba
el hilo que la une con lo superior. Muchas veces no puedes hacer algunas cosas
por culpa de él, se mete en medio todo el rato. No puedes ser todo lo violento
que te gustaría; no puedes ser todo lo agresivo que te gustaría; no puedes
odiar todo lo que te gustaría; el hilo se vuelve a meter en medio. A veces
puedes sentirte como esta araña, con ganas de cortarlo, de darle un tijeretazo
para que tu camino esté despejado.
Eso es lo que dice
Nietzsche: «Dios ha muerto». Ha cortado el hilo. Pero Nietzsche se volvió loco
inmediatamente después. En el momento que dijo «Dios ha muerto», se volvió
loco, porque de ese modo te separas de la fuente original de toda la vida. De
ese modo estás privado de algo vital, esencial. Te falta algo y has olvidado
que era la base misma de tu vida. La araña cortó el hilo y con él destruyó toda
la telaraña que necesitaba ese hilo para sostenerse.
Estés donde estés,
en tu noche más oscura, un rayo de luz te sigue uniendo con la existencia. Esa
es tu vida; es lo que te mantiene vivo. Encuentra ese hilo porque es la forma
de encontrar el camino de vuelta a casa.
El 5 de junio de
1910, O'Henry se estaba muriendo. Oscurecía. Sus amigos estaban a su alrededor.
De repente, abrió los ojos y dijo: «Enciende la luz. No me quiero ir a casa a
oscuras». Encendieron la luz; cerró los ojos, sonrió y se fue.
El hilo que te une,
el rayo de vida que te da la vida es el camino de vuelta a casa. Sigues unido
con la existencia por muy lejos que te hayas ido, de lo contrario no sería
posible. Tú puedes haberte olvidado, pero la existencia no se ha olvidado de
ti, y eso es lo que realmente importa. Intenta buscar algo que te una con la
existencia. Búscalo y llegarás al mandamiento del que habla Jesús; "amate a ti mismo, para que puedas amar a tu projimo". Si
buscas, llegarás a saber que es el amor, lo que te une
con la existencia. Y siempre que sientas amor serás enormemente feliz, porque
tendrás cada vez más vida a tu disposición.
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