Un hábito obtenido

Me inicie a meditar hace tiempo. Los primeros intentos eran un caos, por mas que me concentraba la mente tonta y parlanchina no me dejaba. Entonces llegaron a mis manos hermosas letras, letras que hasta el día de hoy son una bendición para esta mujer. Hoy meditar para mi ya es un hábito. Un hermoso habito que me mantiene serena y relajada. Te dejo tan hermosas letras que tocaron este corazón.
Cuando niegas, cuando rechazas, cuando estás distraído o en­fadado, estás rechazando algo tuyo. Escucha a los pájaros sin ninguna sensación de distracción ni de enfado, y súbita­mente verás que el pájaro que hay en tu interior responde. En­tonces, esos pájaros no son extraños o intrusos, sino que toda la existencia se vuelve una familia. Lo es; la persona que ha llegado a comprender que toda la existencia es una familia es la que yo llamo religiosa. Si estás repitiendo algún disparate dentro de ti o pensando en alguna trivialidad —puedes llamarlo filosofía o re­ligión— entonces los pájaros serán una distracción. Sus sonidos son divinos. No dicen nada, simplemente burbujean de deleite. Su canción no tiene ningún sentido; es solo energía desbordan­te. Quieren compartirla con la existencia, con los árboles, con las flores y contigo. No tienen nada que decir, solo están ahí siendo ellos mismos. Cuando te relajas, aceptas; la aceptación de la existencia es la única manera de relajarse. Si te molestan las pequeñas cosas, en­tonces es que te molesta tu actitud. Siéntate en silencio, escucha todo lo que está ocurriendo a tu alrededor y relájate. Acepta, re­lájate y de pronto sentirás una inmensa energía que nace den­tro de ti. Primero, sentirás esa energía como si tu respiración se volviera más profunda. Normalmente tu respiración es muy su­perficial y, a veces, cuando intentas respirar profundamente o empiezas a hacer ejercicios de yoga con tu respiración, estás haciendo un esfuerzo. Este esfuerzo no es necesario. Sencillamente acepta la vida, relájate y de repente sentirás que tu respiración se vuelve más profunda. Relájate más y la respiración será aún más profunda. Se vuelve lenta, rítmica, casi la puedes disfru­tar y proporciona cierto deleite. Después te darás cuenta de que la respiración es el puente entre tú y la totalidad. Observa sin más y no hagas nada. Relájate y nada más, sigue relaja­do, suelto, y observa... porque ¿qué más puedes hacer? Estás ahí, no hay nada que hacer, nada que aceptar, nada que negar o re­chazar, no hay lucha ni pelea, no hay conflicto, la respiración se va haciendo profunda, ¿qué puedes hacer? Simplemente observar. Recuerda, observa sin más. No hagas un esfuerzo para obser­var. No intentes respirar profundamente, no intentes inhalar o exha­lar, no hagas nada. Relájate simplemente dejando que la respira­ción fluya naturalmente —entrando y saliendo por su cuenta—, y tendrás muchas cosas al alcance de la mano.

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