Pirámide de Cholula

La indecisión invadía los sentidos ante dos alternativas; ir a visitar la pirámide de Cholula o quedarme cerca de casa a realizar la caminata acostumbrada. Opte por visitar la pirámide Cholula, deseo que venía postergando tiempo atrás, como efecto de la indecisión. La indecisión es el resultado de la inseguridad o el temor y si no hubiese optado por ir a la pirámide, me hubiese quedado en el confort, en el camino conocido.
Todo mi ser demandaba dar nuevos pasos y me encaminaba a la pirámide de Cholula. Durante el trayecto todo era mágico, mire la salida del sol naranja, espectacular, como guiando a Consuelo. Al llegar al destino momentáneamente me desorientaba, no sabía por dónde subir, solo deje que mis pasos se guiaran por las sensaciones del instante. 
Inicie a subir la cuesta peldaño tras peldaño, empapándome de tan ancestral construcción que apenas se miraba. El tiempo, la tierra, los árboles y la mano del hombre apenas permiten  vislumbrar que ahí existe una pirámide. Si te hablo de una pirámide, la mente espera una estructura elevada con infinidad escalones, pero no es el caso, la pirámide de Cholula está cubierta por grandes montículos que apenas la dejan entrever. La sentía, al subir peldaño tras peldaño, me empapaba de su paisaje seco, colorido, majestuoso, toda ella invadiéndome.
Durante el trayecto escuchaba el caminar lento, la carrera armoniosa y joven, jadeantes pasos, apresurados movimientos o la serenidad, todos encaminándose a la cima. Me tomaba amplios preámbulos para detenerme y deleitarme con tan hermoso paisaje que se iba descorriendo a medida que avanzaba, sentía la presencia de la divinidad y tontamente la abrazaba, abriendo celestialmente los brazos. La indecisión que por un instante había pasado por mi mente, estaba transformada en alegría, sintiendo su presencia, contactando con el pasado, cargándome de energía.
Por fin llegue a la cima, lenta, dulce y alegremente. Lo primero que miraron mis ojos fue otro templo, un templo sobre otro templo, pero yo sabía que el templo a quien iba a venerar lo llevaba conmigo, mi propio templo, el templo de Consuelo que pisaba otro templo que no se miraba. Había llegado a la cima, me coloque en el centro, extendí los brazos y plena de dicha me entregue a tan gloriosa manifestación.
Recorrí la cima, me embebí de su altura y ore profundamente por tan hermosa oportunidad que le había dado a mi templo, al templo de Consuelo. Pasado un gran tiempo me dispuse a bajar, impregnada de alegría y satisfacción, había descubierto que subir o bajar una cima solo requirió del valioso elixir que me habita; la confianza y la confianza gloriosamente se fue a cargar de energía a tan hermosa pirámide de Cholula.








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