Nutriendo el alma

Capacidad para sentirlos y abrazarlos con el alma. Tan sublime como inexplicable es el resultado de una caminata solitaria. Caminar para nutrir los sentidos, para dejarme llevar por el aire que tocan mis pulmones y alegran este corazón. Fue una tarde, un instante de consuelo. 
Trepe los escalones perdiéndome entre la gente que avanzaba velozmente, para llegar al otro lado. Mi destino no era el otro lado, mi destino era quedarme parada justo en el centro del puente para mirarlos, para sentirlos.
Lentamente avanzaba para llegar al objetivo, sintiendo el movimiento del frió y grueso concreto mezclado con metal, no me intimidaba por el contrario, solo pensaba en avanzar. Al llegar justo al centro del puente los mire, pero no los sentí. El ir y venir de la gente me des concentraba, me distraía y aun cuando los tuviera enfrente parecían mas de lo mismo. El instante me demandaban total y absoluta meditación para unificar la vida, para vibrar con ellos. Avance sobre aquel puente para llegar al otro lado. Los miraba desde abajo, entonces sucedió la magia; el solo hecho de estar cimbrada a sus raíces broto de mi la seguridad, la confianza para tocarlos con la mirada, para sentir tan majestuosa altura que me llevaba irremediablemente a perderme entre ellos. Pase mucho tiempo mirando de arriba, abajo, sintiéndolos con la piel y dejando que el aire tocara todo mi ser. Eran ellos, me daban la bienvenida. Nuevamente subí aquel puente para llegar al centro a mirarlos nuevamente desde las alturas. Ahora lo comprendía, nos reencontrábamos, conocí el secreto para vivir entre ellos. 
Aquel día nutrí mi alma de la majestuosidad desplegándose a lo largo y ancho de mi Ser,

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