Diógenes
Diógenes fue atrapado por cuatro ladrones.
Querían venderle en un mercado de esclavos. Estaban muy contentos de haber
encontrado a un individuo tan sano, tan hermoso. Al principio tenían miedo y se
ocultaron detrás del árbol donde Diógenes estaba sentado, pensando: «¡El solo
puede con nosotros cuatro!» Es un hombre fuerte.
Diógenes
estaba escuchando sus susurros: «¿Qué hacer? Somos cuatro, pero él solo
puede...»Diógenes dijo al fin:«No os preocupéis, venid y llevadme donde
queráis.»
Tenían
mucho miedo: ¿Qué tipo de hombre era aquel? Le dijeron: «Somos ladrones y
queremos llevarte al mercado de esclavos, porque podemos conseguir por ti el
precio más alto que nadie ha obtenido nunca. Normalmente no podemos encontrar
esclavos con tu individualidad, belleza, proporciones, fuerza.»
Diógenes
dijo: «No os preocupéis.» Comenzaron a intentar atarle y él dijo: «Alto, no
hace falta atarme. Seguidme, conozco el camino.»
No se lo podían creer, ¿aquel hombre estaba
loco o qué? Y se pusieron a caminar hacia el mercado de esclavos. Todos los que les veían pasar pensaban que
él era el amo y ellos los esclavos. Los cuatro pobres ladrones tenían mucho
miedo: «Este hombre puede hacer cualquier cosa. iNo tendríamos que habernos
metido con él!
Y
esto es lo que hizo: se puso de pie sobre la plataforma donde se exponía a los
esclavos para que los compradores pudieran verlos y dar una vuelta a su
alrededor para inspeccionarlos, y empezó a gritar: «¡Todos los esclavos
presentes, escuchadme! Por primera vez hay un amo en venta. Si alguno de
vosotros tiene agallas, puede comprarme. Estos cuatro pobres tipos que veis
aquí necesitan el dinero. A mí no me importa dónde me toque ir. Mi
individualidad no puede ser destruida.»
Hubo
un gran silencio. Todo el mercado de esclavos se quedó en silencio porque
Diógenes había dicho: «Hay un amo en venta.» Un rey que había venido
a buscar algunos esclavos se interesó y estaba dispuesto a pagar el precio que
fuera. Diógenes preguntó a los ladrones: «¿Cuánto queréis? No seáis tímidos,
pedidlo. ¡Conseguid el dinero y largaros!»
Los
ladrones recibieron su dinero. Diógenes se sentó en el carruaje junto al rey y
éste le dijo: «Qué extraño. No deberías haber hecho eso.»
Diógenes
dijo: «Esos pobres tipos estaban necesitados, y en cuanto a mí, donde quiera
que esté seguiré siendo yo mismo.» El rey mismo empezó a tener miedo porque
estaban solos en el carro y aquel hombre era muy fuerte: podía acabar fácilmente
con él con sólo agarrarle del cuello.
Diógenes
le dijo: «No te preocupes. Podría acabar contigo ahora mismo,
pero no lo haré. Has ayudado a esos cuatro pobres tipos. Iré contigo y te
serviré como esclavo. Lo estoy
eligiendo; nadie me lo impone.»
¿Ves
la diferencia? Sólo la esclavitud impuesta es esclavitud; Cuando
estás tan seguro de tu ser, de tu individualidad, no te preocupa la esclavitud. La individualidad es tan sagrada que solo tu eres capaz de alcanzarla, rompiendo las cadenas de tu propia esclavitud, no requieres de barrotes o cárceles, lo irónico seria que te encarceles a ti mismo por carecer de individualidad.
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