Perseverancia
Desee buscar afanosamente el contexto de perseverancia en el
diccionario, en la red, en el pequeño tratado de las virtudes que tengo en
casa, me detuve un instante y recordé que me habitaba, pudo más la voluntad y
el deseo de plasmar tan exquisita palabra vertida desde la esencia misma de
consuelo.
Perseverar… avanzar, llegar, lograr la meta, tocar el anhelado deseo
que se ha dibujado en el horizonte. Perseverar apilar grano a grano los actos
que edificaran la meta que la mente ha visualizado.
Definir perseverancia quizá sea la paradoja más simple que atrapa a la
voluntad entre la red de la complejidad dejando estancados los deseos que una
vez se visualizaron.
Perseverar es estar dispuesto a tocar la otra dimensión de la voluntad, es
actuar sin permitir a la mente tirana echar al suelo todo deseo para llegar a
la cima. Perseverar demanda hasta la última gota de aliento para tocar el
anhelado deseo. Y cuando sientes que al subir la cuesta, las fuerzas se agotan,
el cuerpo languidece y toda motivación se la lleva el viento, entonces el corazón
demanda avanzar, demanda perseverar para llegar. Todo sueño se desvanece cuando
permitimos a la infame cobardía entrar en acción para posponer, para dar cabida
a los nefastos argumentos, para delegar la carga a otros o simplemente
enterramos los sueños en el olvido. Ser perseverante es encontrarte cara a cara
con la tirana debilidad amante de postergar, de encontrar recovecos en la
obscuridad evadiendo la divina valentía que solo pide avanzar, avanzar aun cuando
todo se torne imposible. Perseverar no es una situación para débiles del
corazón, perseverar requiere de la gloriosa voluntad para aventurarse a
saborear tan exquisita esencia.
Al llegar a la cima la abrazas, te abraza, la saboreas y ambas entran en comunión, el deseo paso a segundo término,
descubres que te pertenece y es capaz de llevarte a dar un paso más, va más
allá del deseo, te eleva al placer divino, a descubrir tan hermoso potencial
que te habita, entonces todo es posible.
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