Pereza
Los
niños no son perezosos. Hierven de energía. Has de obligarles a ir a dormir,
has de obligarles a que guarden silencio, has de obligarles a que se sienten
unos minutos para que se relajen. No están tensos; eso es lo que tú piensas.
Están llenos de energía. ¡Seres tan pequeños con tanta energía! ¿De dónde surge
toda esta energía? Todavía no conocen la frustración. No saben que, en esta
vida, hagas lo que hagas, no logras nada. Son inconscientes, felizmente
inconscientes; por eso tienen tanta energía.
La
pereza es como el polvo que se deposita sobre ti, que surge de todos tus
fracasos y frustraciones, de todos tus sueños incumplidos. ¡Va depositándose!
Entonces te vuelves perezoso. Por la mañana piensas, "¿Para qué he de
levantarme otra vez? ¿Para qué? No hay respuesta. Te las arreglas para salir de
casa; te las arreglas para volver. ¡No disfrutas! Te arrastras. No eres feliz
con nada… a eso llamo pereza, haz perdido el gusto por la vida.
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