El ying y el yang; 陰陽

Nacemos bajo la dualidad de dos conceptos que integran el universo; el ying y el yang. Dos fuerzas complementarias y opuestas. Dos fuerzas que integran la totalidad, la totalidad universal. El ying descansa en el principio femenino, la tierra, la obscuridad, la absorción. El yang es el principio masculino, el cielo, la luz, la actividad, la penetración. Todo conjugado en almas y espíritus sin importar clase, religión o sexo al final somos una dualidad que se compenetra, se integra y vibra en tanto respiras vida.
El ying y el yang se manifiesta mediante el tao y  el tao es la unidad, la integración total que se expande divinamente cual rayos de luz que solo tu alcanzas a mirar, sentir y vibrar.
Cuando todos en la tierra hablan de la belleza sin parar, atraen la fealdad irremediablemente. Entonces hay que convivir con lo que otros miran como feo, como no grato, como un insulto a la mirada. Y me pregunto; y quiénes son ellos para dividir? Así nace la dualidad y entonces ya no eres ni ying, ni yang, mucho menos Tao, eres producto de una división, de una clasificación de otros.
Por otro lado cuando se reconoce lo bueno como bueno, nuevamente nos estamos dividiendo, abrimos las puertas al mal. Surge la dualidad, si reconocemos que existe lo bueno, es obvio que existe su opuesto. Así nace la maldad y aunque declaremos que nos hallamos muy lejos de ella, solo tu conciencia te dirá que mientes, pues desde el momento que te declaras bondadoso, ya te has dividido e irremediablemente te habitara la maldad. El ying y el yang están en constante lucha de fuerzas. Brotara el Tao cuando el silencio y la conciencia se unan, entonces no abra ni  bien ni mal, solo existirá en ti la unidad, solo el Tao.
Por lo tanto: ser y no ‑ ser es el único camino para ser interdependiente en el crecimiento espiritual, para ser interdependientes en el crecimiento de lo difícil y lo fácil, en los contrastes, en la armonía, en la dualidad.
Cerrare tan cortas letras solo para decir:            
“El sabio; administra los asuntos sin actuar. Predica la doctrina sin utilizar palabras. Todas las cosas se desarrollan por sí mismas; pero él no se aparta de ellas; les da vida, más no toma posesión de ellas. Actúa, pero no se apropia. Realiza, pero no reclama méritos. Como no exige méritos, el mérito no puede serle arrebatado

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