La palabra
Desde antes de nacer sus suaves arrullos ya traspasaban el
vientre para tocar los sentidos de quien
abría de llegar a este mundo. Sus sonidos lejanos amorosamente envolvían a un
tierno corazón que ya latía.
Tocar un nuevo mundo es; tocar la palabra, es conocerla, valernos
de ella para expresarnos, para verter lo que habita en el alma, para
difuminarnos cual ave que vuela en el paraíso. Es la palabra expresada en su
máxima expresión, es el don que nos acompañara hasta el día de morir.
A la mundaneidad competerá moldear y crear con la palabra; arte,
belleza, humanidad. Le competerá mostrar su verdadera esencia en las almas y
espíritus que tocan esta tierra. Pero también será la autora de enseñar o destruir con ellas. La autora de crear o distorsionar una realidad. Solo lo mundano sabrá si ha convertido a la palabra en un arma mortal o en una dicha por existir. La palabra virginal siempre estará ahí, dispuesta a emerger de las profundidades cuando el corazón así lo decida.
Requieres de conciencia para escucharla, para saber si te
manipula o la manipulas. La conciencia coloca frente a ti la verdadera significación de las palabras que te habitan. Solo
la conciencia te dictara real y recónditamente lo que expresas con palabras.
Cierro este bosquejo con aquellas palabras que engrandecen, que
santifican. Aquellas palabras que dulcemente van dejando sonidos curativos en
el alma. Y eso sucedió a esta mujer, solo gire al camino donde encontraría tan
sagrada divinidad. Divinidad que me dejaba pequeños anzuelos de gozo y dulzura
terrenal. Me centre en cada una de ellas, obligando a mi testaruda mente a soltar
mi corazón. Aquel corazón ávido por entenderlas, por sembrarlas y regocijarme en
ellas.
Si, expreso que; fue el tiempo quien me llevo a la sanación,
la mentira saldría relucir. No fue el tiempo, esas solo son patrañas de otros,
o palabras enmohecidas que calman el alma. No, no fue el tiempo, fue mi
rebelde espíritu que se apasiono por la búsqueda del paraíso verbal y ahí la
encontré, esperándome pacientemente para verter dulcemente palabra, tras palabra
de lo que sería el sagrado camino que hoy recorro divinamente.
Vierto palabras cuando realmente tienen significación. Cuando salen impregnadas de esencia y dicha de esta mujer celestial.
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