Se cuenta
Se cuenta que una vez un filósofo realista fue a ver al famoso pintor
Picasso. El filósofo creía en el
realismo, e iba a criticar a Picasso porque la pintura de Picasso es abstracta,
no es realista. No representa la
realidad como es. Por el contrario,
tiene una dimensión totalmente diferente: es simbólica.
“No me gusta su pintura –dijo el filósofo-. ¡La pintura debería ser realista! Si pinta a mi esposa, su retrato debería
parecérsele”. Sacó una foto de su esposa
y dijo: “¡Mire esta foto! El cuadro
debería ser así”.
“¿Es esta su esposa?” -dijo
Picasso mirando la foto.
“Sí, es ella” -dijo él.
“¡Es sorprendente! Es muy pequeña
y plana –dijo Picasso- ¡Esta foto no
puede ser su esposa!”.
Se cuenta otra historia:
Una mujer hermosa se acercó a
Picasso y le dijo: “Precisamente ayer he visto su autorretrato en casa de un
amigo. Era tan bello, me influenció
tanto que, casi hipnotizada, abrace el cuadro y lo besé”.
“¿En serio? ¿Y qué hizo el
cuadro? ¿Le devolvió el beso?”
–respondió Picasso.
“¿Estás loco?
¿Cómo me lo va a devolver?” –respondió la mujer.
“Entonces no era yo” –contestó Picasso.
Un cuadro es una cosa muerta. La
cámara, la placa fotográfica, sólo capta un fenómeno estático y la vida nunca
es estática, la vida va cambiando.
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