Tu propio Templo




Si te condenas a ti mismo condenarás a todo el mundo, condenarás al todo. Y una persona que se condena a sí misma no puede amar. Una persona que se condena a sí misma no puede orar. Una persona que se condena a sí misma, para él no hay Dios, no puede ser. Una mente condenadora nunca puede en­trar en el templo divino. Sólo cuando bailas, cuando estás extáti­co, sin condenar, sólo cuando estás desbordante sin nadie diri­giendo, sin nadie controlando, se convierte la vida en un dejarse llevar; no es formal, es natural. Y entonces entras, entonces la puerta está en todas partes. Entonces puedes alcanzar el templo desde cualquier lugar.

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