No sé cuándo sucedió, solo recuerdo un fugaz aleteo que me cautivo en el instante de voltear a mirarlo, segundos después partió. Sorpresa, fue la sensación que invadió a esta mujer al mirar por primera vez al colibrí que me traería mensajes divinos. Los encuentros se siguieron sucediendo, encuentros nítidos y precisos. Iniciaba a contactar con otro tipo de vida, iniciaba una comunión con aquella diminuta y celestial forma de expresión. Abría paso a sensibilizar las fibras más profundas de Consuelo al mirarlo aletear rápida y velozmente, al escucharlo silbar y partir fugazmente. Nuestros encuentros se volvían cotidianos, casi mágicos y misteriosos. Y sin temor a expresar una locura, diría que el colibrí y yo contactamos espiritualmente. Al brotar la sensibilidad, dejando atrás la mecanización humana, empecé a sentir, el cuerpo vibra y se conmueve al descubrirme rodeada de vida, al fundirme entre los latidos mágicos del colibrí. Eso sucedió a Consuelo me reencontré con la sensi
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