La autenticidad no se aprende, brota del corazon


Ahora nadie sabe cómo hacer una amistad, se le tiene que en­señar. Han surgido colegios para aprender a amar, para encontrar a tu pareja ideal, cursos de entrenamiento para sentir, lecciones que pue­das aprender y aplicar. Y el problema es que si tienes éxito en­tonces estás perdido para siempre, porque lo real nunca te suce­derá, la puerta está completamente cerrada. Una vez te vuelves eficiente en ciertas cosas, la mente se resiste. La mente dice: Este es el atajo y lo conozco, ¿por qué escoger otro camino?
La mente busca siempre la línea de menor resistencia. Por eso es que la gente inteligente nunca puede amar. Son tan inteli­gentes que empiezan a manipular. No dirán lo que sienten en su corazón, dirán lo que saben que agradará. Miran al otro y ven lo que quieren ver. No expresarán su corazón, tan sólo crearán una situación en la que el otro pueda ser engañado.
Los maridos engañando a las esposas, las esposas engañando a los maridos, los amigos engañando a los amigos... Todo el mun­do se ha convertido en una multitud de enemigos y engaños. Sólo hay dos ti­pos de enemigos: aquellos a los que no has podido engañar y aquellos a los que sí has podido. Es la única diferencia. ¿Cómo puede darse entonces el éxtasis en la vida?
Esto no es un proceso de aprendizaje. La autenticidad no puede surgir a través de la enseñanza; la autenticidad se da a través de la consciencia, si estás despierto, si vives de un modo consciente.
Vivir conscientemente significa vi­vir abierto, sin esconderse, sin jugar al gato y al ratón. Estar aler­ta significa ser vulnerable, y sea lo que sea que suceda, que suce­da. Lo aceptas, pero nunca te comprometes, nunca compras afecto olvidándote de tu consciencia. Incluso si ello significa el quedar­te totalmente solo, aceptarás el estar solo, pero estarás conscientemente alerta, despierto. Únicamente con esta vigilancia em­pezara la verdadera religión a sucederte.

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