Como el bambú


El hombre está demasiado lleno de sí mismo y eso es su perdición.
El hombre debería ser como un bambú hueco, para que la existencia pueda pasar a través de él.  El hombre debería ser una esponja porosa –permeable-, para que las puertas y ventanas de su ser estén abiertas, y la existencia pueda pasar de un extremo a otro sin obstáculos; de hecho, sin encontrar nadie dentro.  El viento sopla; entra por una ventana de su ser y sale por otra.  Este vacío es la mayor bendición que existe.  Pero tú eres como una dura roca, como una dura barra de acero, sin poros.  Nada pasa a través de ti.  Tú lo resistes todo.  Tú no lo permites. Tú sigues luchando en todas las partes y en todas las direcciones como si estuvieras en una gran guerra contra la existencia.
No hay ninguna guerra en marcha, lo que pasa es que tú te has engañado a ti mismo.
No hay nadie que quiera destruirte.  El todo te apoya; el todo es la misma tierra que estás pisando, el mismo cielo que estás respirando, que vives.  De hecho, tú no eres; solo el todo es.

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