Un hombre iluminado
Sucedió en cierta ocasión en Japón
que un hombre iluminado era sorprendido siempre, unas veces robando, un acto delictivo, pequeñeces. Robaba sólo pequeñas cantidades de
dinero, y por ello era enviado a la cárcel, ¡y era un hombre iluminado! Fue
encarcelado veintiséis veces a lo largo de su vida, pero aquellos que eran sus discípulos lo conocían. La última vez que salió de la cárcel tenía setenta y
ocho años, y los discípulos le dijeron: «Ya no vuelvas a robar... ¿Por qué lo
haces?».
-Entonces -dijo él-, ¿quién irá a la
cárcel e intentará hacer meditativos a aquellos carceleros, a aquellos
presidiarios? ¿Quién irá allí? Tengo que robar, es la única manera de llegar
hasta aquella gente. Y para mí no es nada. He estado ayudando y allí hay
muchos enfermos. Allí me necesitan. Y ésta es la única manera que tengo para
entrar, no me dejarían hacerlo de otra forma. Ésta es la única moneda que se
exige.
iUn hombre iluminado viviendo con presidiarios para sanarlos!
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