una cuerda tendida entre DOS

El amor que surge entre dos, son dos cosas: maravilloso y doloroso, agonía y éxtasis, porque el amor es un encuentro entre la tierra y del cielo, entre lo conocido y lo desconocido, entre lo visible y lo invisible.
El amor es el límite que divide materia y conciencia, la frontera entre lo inferior y lo superior.  El amor tiene sus raíces en la tierra; ése es su dolor, su agonía.  Y el amor extiende sus ramas hacia el cielo; ése es su éxtasis.
El amor no es un fenómeno indiviso: es dual.  Es una cuerda tendida entre dos extremos. Necesitas comprender esos dos extremos: uno es el sexo; el otro, la oración.  El amor es la cuerda tendida entre sexo y oración; parcialmente es sexo, parcialmente es oración.
La parte sexual conlleva mucha miseria; la parte perteneciente a la oración, conlleva gozo.  Por eso es difícil renunciar al amor, porque si renuncias temes perder el gozo que conlleva.  Y tampoco eres capaz de sumirte totalmente en él, porque todos esos sufrimientos te hacen recordar una y otra vez que es mejor renunciar a él.  Ésta es la miseria del que ama.  El que ama vive en tensión, como siendo despedazado.
El problema fundamental de los amantes se centra en ambas cosas: muchas espinas y muchas flores.  Y ambos van juntos.  El amor es un rosal.  Uno no quiere las espinas; a uno le gustaría que el rosal fuera todo flores, sin espinas, pero van juntos. Son aspectos de la misma energía.
No te estoy diciendo que renuncies al amor, no te estoy diciendo que te alejes de él.  Lo que te estoy diciendo es que cada vez lo transformes más y más en oración.  Mi forma de entenderlo está a favor de la transformación, no de renunciar.  No estoy en contra del sexo, sino que estoy a favor de convertir el sexo en oración.  Lo inferior puede ser poseído por lo superior; entonces el dolor desparece.
Muchas veces el sexo es sentido como una humillación.  En el sexo empiezas a sentir que estás perdiendo tu dignidad; de ahí el dolor.  Y la satisfacción que obtienes es también momentánea.   Si eres inteligente, antes o después te darás cuenta de que la satisfacción que proporciona es momentánea y va seguida de largas noches de dolor.
El éxtasis es como la brisa; viene y se va dejándote como un desierto, totalmente frustrado, desengañado.  Tenías muchas esperanzas, la parte no instintiva de ti te había hecho muchas promesas…, y no has obtenido nada.
En realidad, el sexo es la estrategia de la naturaleza para perpetuarse a sí misma.  Es un mecanismo que hace que te reproduzcas porque si no, la humanidad desaparecería.  Imagínate una humanidad en la que el sexo no fuera un instinto y fueras libre, imagínate pudiendo elegir si usar el sexo o no.  Entonces todo el asunto te parecería absurdo, te parecería ridículo.  Simplemente imagínatelo.  Si no hubiera una fuerza instintiva que tirara de ti, no creo que nadie estuviera dispuesto a adentrarse en el sexo.  Nadie lo hace con pleno consentimiento; lo hace a regañadientes, resistiéndose.
Si estudias los modelos sexuales de las diferentes especies animales e insectos, te quedarás perplejo.  Si el sexo fuera dejado a la voluntad de las especies ¿quién lo practicaría?  Por ejemplo: hay una especie de arañas en las que, mientras el macho está haciendo el amor con la hembra, la hembra empieza a comérselo.  Para cuando han acabado de hacer el amor, ¡el macho ha desaparecido!  Imagínate si a esas arañas se les diera la libertad de escoger: en el instante en que divisaran a la hembra, escaparían tan lejos como pudieran.  ¿Por qué iban a suicidarse si tuvieran conocimiento previo de ello?  Y han visto a otros machos desaparecer de la misma forma –cada día sucede-, pero cuando el instinto les posee, son simplemente sus esclavos.  Se ponen a temblar, están asustados, y no obstante hacen el amor sabiendo perfectamente que es el final. 
El sexo aporta unos instantes de absoluta pureza, de gozo y también de inocencia.  Conlleva unos instantes de intemporalidad cuando de repente el tiempo desaparece. Conlleva unos instantes de ausencia de ego cuando en el profundo espasmo orgásmico uno se olvida del ego.  Te proporciona unos pocos vislumbres de Dios.  Por esto tampoco puedes renunciar a él.  La gente lo ha intentado; en todas las épocas, los monjes han renunciado a él por la sencilla razón de que estar bajo el impacto de un instinto inconsciente es humillante, contrario a la dignidad de los seres humanos.  Es deshumanizante, desmoralizante.  Los monjes han renunciado a él, han abandonado el mundo, pero al hacerlo también ha desparecido todo el gozo de sus vidas.  Se han vuelto muy serios y adustos; se han vuelto suicidas. 
Según comprendo, todo aquello que se te ha dado es precioso.  Puede que conozcas su valor, puede que no conozcas su valor, pero es precioso.  Si no fuera así, la existencia no te lo habría dado, de modo que has de descubrir los medios para transformarlo.  Has de conferirle a tu amor la calidad de la oración; has de conferirle a tu sexo la calidad del amor.  Poco a poco, el sexo ha de ser transformado en una actividad sagrada, ha de ser elevado.  En vez de que el sexo te rebaje al nivel animal, tú puedes elevar el sexo.  La misma energía puede tirar de ti hacia arriba y esa misma energía puede darte alas.  Tiene un tremendo poder.  En verdad, es lo más poderoso del mundo porque toda la vida nace de él.  Es lo que da vida a un niño, es lo que alumbra una nueva vida, es lo que hace aparecer una nueva vida.  ¡Imagina  su potencial!  También a ti puede traerte una nueva vida.  Al igual puede alumbrar una criatura, puede proporcionarte un nuevo nacimiento.
Y eso es lo que Jesús quiere decir cuando le dice a Nicodemo: “A menos que nazcas de nuevo, no podrás entrar en el reino de Dios”.  A menos que nazcas de nuevo, a menos que seas capaz de proporcionarte un nuevo nacimiento…  Es una nueva visión, una nueva cualidad de tus energías, una nueva sincronización de tu instrumento.  Tu instrumento contiene una gran música, pero has de aprender a tocarlo.
Mientras hagas el amor, ora.  El hacer el amor no debería ser simplemente un acto físico; debería verter tu alma en él. Y si así lo haces, entonces, lenta, muy lentamente, el dolor empieza a desaparecer y la energía que el dolor contiene es liberada, convirtiéndose más y más en una bendición.  Entonces la agonía es transformada en éxtasis.


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