viviendo con el corazón


Una persona demasiado obsesionada con el pensar, lentamente va olvidándose de que también tiene un corazón.  Un hombre que piensa demasiado empieza, poco a poco, a vivir de manera que los sentimientos tienen poco que decir.  Y al no escuchar a los sentimientos, el sentir se va alejando lentamente de él.  Hay millones de personas en ese estado: no saben lo que significa “corazón”.  Creen que el corazón es una bomba.  Viven concentrados exclusivamente en su cabeza en sus pensamientos. Los pensamientos solo son un extremo: son necesarios, son un buen instrumento, pero han de ser utilizados para construir, para crear, para innovar.  No han de ser los amos de los sentimientos.  Una vez que la cabeza se convierte en el amo y el corazón es dejado atrás, vives y mueres sin llegar a conocer a Dios porque Dios habita en el corazón y el corazón emana el amor. El amor es el comienzo de Dios… Dios es la cumbre última del amor.
El segundo paso hacia el amor y hacia la divina melodía es aprender a transformar tus venenos en miel.  Mucha gente ama, pero su amor es contaminado en gran medida por venenos tales como el odio, los celos, la ira, la posesividad… mil y un venenos rodean el amor.  El amor es algo delicado.  Piensa simplemente en la ira, en los celos, en el odio, en la posesividad… ¿cómo va a poder sobrevivir el amor?
La gente se mueve hacia la cabeza y se olvida del corazón… son la mayoría.  Luego hay una minoría que vive aún un poco en el corazón, pero esa minoría hace algo mal: y la pequeña luz del amor se ve rodeada de celos, ira, odio, mil y un venenos.  Y entonces todo el viaje adquiere un sabor amargo. El amor es la escalera entre el cielo  el infierno, pero una escalera es siempre un cambio de doble sentido: puedes subir o puedes bajar. Así que aprende a transformar tus venenos en miel.  ¿Cómo son transformados?  Es un proceso muy simple.  En realidad, denominarlo “transformación” no es correcto porque tú no haces nada; solamente necesitas paciencia.  Éste es uno de los mayores secretos.  Inténtalo: cuando la ira emerja en ti, no hagas nada; simplemente siéntate en silencio y obsérvala.  No te enfrentes a ella ni la ayudes; no cooperes con ella, ni la reprimas.  Simplemente obsérvala con paciencia; simplemente observa qué sucede… déjala que surja.
Recuerda una cosa: no hagas nada en cuanto surja la ira.  Espera.  Concédele un poco de tiempo y espera.  Te sorprenderás.  Un día comprenderás que si esperas lo suficiente, la ira se transformará en compasión.  En una rueda que se mueve por sí sola; tú eres el que tiene prisa.  De la misma manera que la noche se transforma en día si aguardas un poco, de la misma manera la ira se convierte en compasión si eres capaz de tener un poco de paciencia. A la energía solo has de añadirle algo de paciencia; nada más… solo inténtalo.

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