una hermosa melodia

Dios y el mundo no son dos cosas: es la única existencia.  Solamente hay una existencia: vista sin amor, parece materialista.  Vista con amor, Dios se asemeja al mundo. Visto a través del amor, el mundo es transformado, transfigurado… y el mundo se convierte en divino.
El corazón, vibrando de amor, se convierte en una flauta en los labios de Dios… y nace una canción.  Esa canción es la religión.
La religión no tiene nada que ver con iglesias, templos, o rituales.  La religión nace solamente cuando alguien vibra de amor.  Todos hemos de dar a luz una religión y a menos que hayas dado a luz en ti a una religión, no eres religioso.  No puedes ingresar en una organización y volverte religioso.  Recuérdalo: la religión no es una organización a la que puedes pertenecer.  Para ser religioso has de haber alumbrado la religión en tu centro más interior, en tu mismísimo centro.  Solamente cuando allí surge la religión, solamente entonces eres religioso.  La religión no nace volviéndote cristiano, sino convirtiéndote en un Cristo; no nace convirtiéndote en budista, sino llegando a ser un Buda.
Cuando naces al amor, la religión nace en ti y toda tu vida se convierte en una melodía, en una hermosa canción.  Y entonces te sorprenderá descubrir que no hay nada que esté mal; todo encaja.  Ahora, no hay nada que encaje.  Ahora mismo estás en un lío; ahora mismo eres pura anarquía; ahora mismo eres sólo un tumulto, corriendo en todas direcciones, desintegrándote, deshaciéndote en piezas; ahora mismo no eres más que angustia, agonía.  Una vez que nace el amor en ti, tienes un centro.  Una vez nace el amor en ti, estás centrado y todo se armoniza en ese centro.  Te conviertes en una orquesta, en una bella melodía.  Estaba escondida en ti; has de sacarla al mundo; aún no se ha manifestado.  

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