amar y compartir
El amor no es un bien que
atesorar; es un resplandor, una fragancia que hay que compartir. Cuanto más lo compartes, más tienes. Cuanto menos lo compartes, menos tienes. Cuanto más lo compartes, más surgirá de tu
centro interior… que es infinito.
Brotará más. Si extraes agua de
un pozo, más agua fresca penetrará en él.
Deja de sacar agua, cierra el pozo, vuélvete un avaro y dejará de haber
manantial. Lentamente la fuente irá
muriéndose, se bloqueará, y el agua del pozo morirá, se pudrirá, se
corromperá. El agua que fluye es fresca…
el amor que fluye es fresco.
De modo que un paso hacia
el amor es: comparte tus positividades, comparte tu vida, comparte lo que
tienes. Nunca acumules lo hermoso en
ti. Comparte tu sabiduría, comparte tu
corazón, comparte tu amor, tu felicidad, tu alegría. Y si no puedes encontrar a nadie, compártelo
con las rocas, pero compártelo. Cuando
tengas perlas, repártelas. No te
preocupes por quienes sean ellos; simplemente lánzalas. “Lo que
importa es dar”.
El acumular envenena el
corazón. El atesorar es un veneno. Si compartes, tu sistema se verá libre de
venenos. Y cuando des, no te preocupes
por si te ves o no te ves correspondido.
No esperes ni siquiera un “gracias”.
Siente agradecimiento hacia la persona que te ha permitido compartir
algo con ella. No hagas lo contrario, no
esperes –diciéndote a ti mismo en lo profundo de tu corazón- que debería darte
las gracias por haber compartido algo con ella; no. Siéntete agradecido porque estuvo dispuesto a
escucharte, a compartir algo de energía contigo, porque estuvo dispuesto a
escuchar tu corazón, porque estuvo dispuesta a contemplar tu danza, porque
cuando quisiste darle no te rechazó… ¡y podía haberte rechazado!
El compartir es una de las
virtudes más espirituales, una de las mayores virtudes espirituales
Comentarios
Publicar un comentario
Tus comentarios son bienvenidos