vida sigzagueante


Mi cuerpo ha cambiado, mi mente ha cambiado, mi identidad ha cambiado. Y Todo se lo debo a la vida quien ha sido mi guía para comulgar religiosamente con  alma y espíritu, y te diré como sucedió….
Tu vida es tu vida; no es la vida de nadie más.  No permitas que nadie te domine, no dejes que otros te dicten lo que has de hacer.  Eso es una traición a la vida.  Si dejas que otros te digan lo que has de hacer –sean tus padres, la sociedad, tu sistema educativo, tus políticos, tus sacerdotes, sean los que sean-, si te dejas dominar por los demás, perderás tu vida.  Porque la dominación proviene del exterior y la vida está en tu interior.
No te estoy diciendo que tengas que ser alguien que siempre diga “no” a todo.  Eso tampoco sirve.
Hay dos clases de gente.  Una pertenece al tipo obediente, dispuesto a entregarse a cualquiera.  No posee en su interior un alma independiente.  Los que pertenecen a esta clase de gente son inmaduros, infantiles, siempre buscando la figura del padre, buscando a alguien que les diga lo que han o lo que no han de hacer.  No son capaces de confiar en sí mismos.  Esa gente forma la mayor parte de la población mundial, las masas.
Luego, en oposición a esa gente, existe una pequeña minoría que rechaza la sociedad, que rechaza los valores de la sociedad.  Y creen que son rebeldes.  No lo son, son sólo reaccionarios.  Tanto si escuchas a la sociedad como si la rechazas, si la sociedad permanece siendo el factor determinante, entonces eres dominado por la sociedad.
Una persona realmente rebelde es aquella que no está ni a favor, ni en contra de la sociedad.  Aquella que simplemente vive de acuerdo con su propia comprensión.  Si va en contra de la sociedad, o a su favor, es irrelevante, no importa.  Puede que a veces vaya a favor de la sociedad, a veces puede no ir a favor de la sociedad, pero eso no es lo importante.  Vive de acuerdo a su propia comprensión, de acuerdo a esa pequeña luz.  Y no estoy diciendo que se vuelva muy egoísta respecto a eso.  No; es muy humilde.  Sabe que su luz es escasa, pero que ésa es toda la luz que posee.  No es altanero, es muy humilde.  Dice: “Puede que esté equivocado, pero por favor, permíteme que esté equivocado de acuerdo conmigo mismo”.
Ésta es la única forma de aprender.  El cometer errores es la única forma de aprender.  Actuar según la propia comprensión es la única forma de crecer y madurar.  Si buscas siempre a alguien para que te dicte lo que has de hacer, tanto si obedeces como si no lo haces carece de importancia.  Si buscas a alguien para que te dirija, para que decida a favor o en contra, nunca serás capaz de conocer lo que es la vida.  Ha de ser vivida y tú has de seguir tu propia y diminuta luz.
No siempre existe una certeza sobre lo que hay que hacer.  Te encuentras muy confundido.  Deja que sea así, pero descubre una salida para tu confusión.  Es muy fácil y cómodo escuchar a los demás porque te pueden suministrar dogmas sin vida, te pueden dar mandamientos: “No hagas esto; haz eso”.  Y están muy seguros de sus mandamientos.  La certeza no es lo que se ha de buscar.  La comprensión es lo que se ha de buscar.  Si buscas la certeza serás víctima de alguna trampa.  No busques la certeza; busca el comprender.  La certeza se te puede dar fácilmente –cualquiera puede dártela- pero a la hora del análisis final serás un perdedor.  Habrás desperdiciado tu vida tan sólo para permanecer en la seguridad y en la certeza; y la vida no es una certeza, la vida no es segura.
La vida es inseguridad.  A cada momento se dirige hacia una inseguridad mayor.  Es un continuo apostar.  Uno nunca sabe lo que va a suceder.  Y es hermoso que uno nunca lo sepa.  Si fuera predecible, no valdría la pena vivir la vida.  Si todo fuera como te gustaría que fuese y si todo fuera una certeza, no serías un hombre, serías una máquina.  Sólo existen certezas y seguridades para las máquinas.
El hombre vive en libertad.  La libertad necesita inseguridad, incertidumbre.  Un hombre verdaderamente inteligente siempre está dudando porque no posee dogma alguno en el que confiar, en el que descansar. Ha de observar y responder.
Lao Tsé dice: “Dudo y me muevo por la vida estando alerta porque no sé qué es lo que va a suceder.  Y no tengo ningún principio que seguir.  He de decidir a cada instante.  Nunca decido de antemano.  He de decidir cuando llega el momento”.
Entonces uno ha de tener la capacidad de responder.  Eso es responsabilidad. La responsabilidad no es una obligación, la responsabilidad no es un deber; es una capacidad de respuesta.  Un hombre que desea saber lo que es la vida ha de saber responder.  Eso es lo que no ocurre.  Siglos de condicionamientos te han hecho similar a las máquinas.  Has perdido tu humanidad.  Has perdido tu humanidad; la has cambiado por seguridad.  Estás seguro y confortable y todo ha sido planeado por los demás.  Y ellos lo han puesto todo en el mapa, lo han medido todo.  Esto es una absoluta estupidez porque la vida no puede ser medida; es inmensurable.  Y no es posible tener ningún mapa porque la vida es un constante flujo.  Todo cambia.  Nada es permanente excepto el cambio.  Dice Heráclito: “No puedes entrar dos veces en el mismo río”.
Así que sin temor en mi boca te puedo decir; tu vida, mi vida y la vida de todo aquel que sienta, ame y se rija por lo que le dicta su corazón posee un flujo sigzageante.  Y ésa es su belleza, su gloria, su poesía, su música: su vida siempre será una sorpresa.
                                                      

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