florecer


El florecer es siempre un lujo, no una necesidad. Ningún ár­bol necesita florecer como algo necesario, las raíces son suficientes. El florecer es siempre un lujo. Las flores llegan sólo cuando el árbol tiene demasiado, cuando necesita dar, cuando necesita compartir.   
Cuando tienes en exceso, la vida se convierte en una danza, una celebración. Pero algunos se empeñaran en no permitirte bailar, celebrar, pues tienen que controlarte para no desbordarte en ener­gía. Sólo se te permitirá vivir al nivel mínimo. No se te permite ser demasiado, porque una vez eres demasiado no se te puede controlar vives bajo una domi­nación muy sutil.
Recuérdalo, si te condenas a ti mismo condenarás a todo el mundo, condenarás al todo. Y una persona que se condena a sí misma no puede amar. Una persona que se condena a sí misma no puede orar. Una persona que se condena a sí misma, para él no hay Dios, no puede ser. Una mente condenadora nunca puede en­trar en el templo divino. Sólo cuando bailas, cuando estás extáti­co, sin condenar, sólo cuando estás desbordante sin nadie diri­giendo, sin nadie controlando, se convierte la vida en un dejarse llevar; no es formal, es natural. Y entonces entras, entonces la puerta está en todas partes. Entonces puedes alcanzar el templo desde cualquier lugar y finalmente florecer.

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