agotada (o)...?

Sucedió en un pueblo, que un niño pobre, el hijo de un mendigo, era joven y sano. ¡Era tan joven y estaba tan sano que cuando el elefante del rey pasaba por el pue­blo, él agarraba al elefante de la cola, y el elefante no podía mo­verse!
A veces esto se le hacía muy embarazoso al rey porque mien­tras el estaba sentado en el elefante toda la gente se aglomeraba y comenzaba a reír. ¡Y todo debido al hijo de un mendigo!
  El rey llamó a su primer ministro, "Tenemos que hacer algo, esto es insultante. Estoy asustado de ir a ese pueblo, ¡y es que el chico va incluso a otros pueblos! En cualquier lugar, en cualquier momento, se agarra de la cola del elefante y no se puede mover.
    Este chico está muy fuerte y debemos hacer algo para acabar con su fuerza".
   El primer ministro dijo, "Debo ir a consultarlo con un sabio porque yo no sé cómo agotar su energía. Es tan sólo un mendigo. Si tuviera una tienda, eso agotaría su energía. Si trabajase como oficinista, eso agolaría su energía. Si fuera un maestro de ense­ñanza, entonces su energía podría agotársele. Pero no tiene nada que hacer. Vive para divertirse, y la gente le ama y le alimenta de modo que nunca anda escaso de alimentos. Es feliz, come y duerme.
Así que acudió a un viejo sabio. El viejo sabio le, dijo, "Haz una cosa, dile al chico que le darás una rupia de oro cada día si realiza, un trabajito, y la tarea es realmente insignificante. Tiene que ir al templo del pueblo y encender una vela. Tiene que en­cender la lámpara al atardecer, eso es todo. Y tú le darás una ru­pia de oro cada día".
El primer ministro dijo, "Pero, ¿cómo va ayudar esto? Le va a dar más fuerza cada día. Ganará una rupia al día y comerá más. No tendrá ni que pedir limosna".     
     El sabio le dijo, "No te preocupes, simplemente haz como te he dicho".
Y así se hizo, y a la semana siguiente, cuando el rey pasó de nuevo, el chico intentó detener al elefante, pero no pudo. Fue a­rrastrado por él.
¿Qué ocurrió? La preocupación se entrometió, la ansiedad entró. Tenía que recordar durante veinticuatro horas, durante veinticuatro horas él tenía que acordarse que tenía que ir al tem­plo diariamente y prender la luz. Eso se convirtió en una ansie­dad que dividió todo su ser. Incluso durmiendo comenzó a soñar que era por la tarde: ¿Qué estás haciendo? Ve y enciende la luz y obtendrás tu rupia. Y empezó a coleccionar esas rupias de oro. Tenía siete, luego ocho, y comenzó a calcular en cuánto tiempo tendría cien rupias de oro y luego se convertirían en doscientas. Entraron las matemáticas y se perdió el placer. Y era sólo una co­sita que tenía que hacer, prender la luz. Tan sólo un minuto de tra­bajo, ni siquiera eso, sólo un instante. Pero llegó la preocupación. Esto le agotó toda su energía.
Y si te agotas no te sorprendas si tu vida carece de alegría. Tienes tantos templos y tantas lámparas que encender y apagar, tanto cálculos que hacer que tu vida no puede ser un placer.

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