Receptividad


Cuando estás completamente vacío de todo pensamiento, cuando la consciencia no tiene contenido, cuando el espejo no refleja nada, eso es receptividad.  La receptividad es la puerta de lo divino.  Abandona la mente y sé.
En la mente, estás a kilómetros de ser.  Cuanto más piensas menos eres.  Cuanto menos piensas, más eres.  Y cuando no piensas en absoluto, el ser se afirma en su totalidad.
Receptividad simplemente significa tirar la basura que has estado llevando sobre tu cabeza; y hay mucha basura, completamente inútil.  La mente carga con el pasado.  Ahora el pasado no tiene ninguna utilidad; ya ha ocurrido y no va a volver a ocurrir nunca, porque en la realidad nunca se repite nada.
Aún cuando pienses o sientas que esta es la misma situación, nunca es la misma.  Cada mañana es nueva, y el sol que te encuentras cada mañana es un nuevo sol.  No me refiero al sol material.  Estoy hablando acerca de la belleza, la bendición que trae cada día; es algo totalmente nuevo.
Si sigues cargando con imágenes del pasado, no serás capaz de ver lo nuevo.  Tus ojos estarán cubiertos por tus experiencias, expectativas, y esos ojos no serán capaces de ver lo que está enfrente de ti.
Así es como desaprovechamos la vida: el pasado se convierte en una barrera, te atrapa, te encierra en algo que ya no existe. Te quedas estancado en lo muerto.  Y cuanta más experiencia, más madurez tengas, el caparazón de las experiencias muertas se harán más gruesas a tu alrededor.  Te cierras más y más, poco a poco todas las ventanas, todas las puertas se van cerrando.  Entonces existes, pero existes alienado, desarraigado.  Entonces no estás en comunión con la vida.  No estás en comunión con los árboles, las estrellas y las montañas.  No puedes estar en comunión porque te rodea la gran muralla china de tu pasado.

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