Estoy orando
Estoy orando… parada frente a un árbol equis,
un árbol que se atravesó durante mi caminata matutina. Fue como magia
cuando sentí su energía atrayéndome poderosamente y a la par el encantador
colibrí, quien llegaba cual bólido como intentando detenerme para mirarlo. Si, el divino colibrí
que se ha convertido en mi ángel de la guarda. Me detendré unas líneas para
dejarle a mi bello ángel la exquisita alegría que provoco este día en mi corazón.
El y yo nos pertenecemos, parece que nos fusionamos cada que nos encontramos, sea
al escucharlo de repente o al atravesar cual ráfaga sobre mi cabeza, en cualquier
momento, lugar o día. Para mí esos instantes son gloriosos pues mi mente entra
en profunda meditación al detenerme a escucharlo cantar, aletear o desaparecer
en la nada. Es tan exquisito su sonido y tan glorioso su aleteo que ambos bailamos
de placer, aquel placer que solo puede ser celestial pues toco con el alma tan
diminuta esencia, toco a Dios. Mínimas son las letras para describir sucesos que encienden chispas de gozo en mi diario caminar. Pero retornando al árbol
donde me detuve hoy por la mañana, justo cuando llegaba al final del parque, aquel
que recorro cada amanecer, el colibrí revoloteaba
insistentemente, por lo que me detuve a buscarlo entre aquel árbol, ahí estaba
atrayéndome poderosamente, tan poderosamente que lo sentía, pero no era el colibrí, era el árbol; sentía
sus raíces, su erguido y poderoso tronco, la curvatura de sus ramas
desplegándose por doquier dejándome entrever sus delicadas hojas y entre ese
tumulto de hojas de pronto descubrí muchísima más vida, si mas vida y la pude
ver, guau! eso quería que viera el colibrí, la inmensidad de la vida manifestándose
frente a mí, absorta, mareada y con la mirada extasiada divinamente me embebía en un esplendoroso instante, la alegría chispeaba por
mis ojos…. pero de pronto una voz intrigada pregunto – que hay ahí- una voz que me saco abruptamente de mi magia. Una voz a la que respetuosamente conteste; –estoy orando-
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