Misterio


Albert Einstein empezó a sentir que había malgastado toda su vida. Alguien le preguntó: “¿Qué te gustaría ser si volvieras a nacer otra vez?”. Él contestó: “Nunca científico. Preferiría ser fontanero antes que científico. ¡Se acabó!”. En los últimos días empezó a pensar en Dios, o en el significado supremo de la vida, el misterio de los misterios, y dijo: “Cuanto más penetraba en el misterio de la existencia, más sentía que el misterio es eterno, que no tiene final, que es infinito. Cuanto más sabía, menos seguro me sentía de mis conocimientos”.
El misterio es inmenso, no puede ser agotado. Ese es un concepto de Dios: lo misterioso, lo inmenso, aquello que no puede ser agotado. Tú puedes saber más y más, y aun así él se mantiene desconocido. Entras en él, más y más, y más, y aun así te sigues moviendo en la periferia. Sigues cayendo en él, pero no tiene fondo. No puedes llegar nunca al centro exacto del misterio. Nunca llega el momento en el que puedes decir: Lo sé todo. Excepto los tontos, nadie más se atrevería a decirlo.  Un hombre sabio empieza a sentirse cada vez más ignorante, solo los tontos recogen unas cuantas cosas de aquí y allá, y empiezan a pensar que saben.

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